martes, 3 de agosto de 2010

9. Extraños personajes intervienen en un expediente de la justicia federal

Cuando Raúl Cuello se presenta a declarar ante el juez Marquevich ya lleva la renuncia en el bolsillo, que se hará efectiva al día siguiente, ante el propio Presidente, luego de varios fallidos intentos anteriores.

Cuello es propietario de un establecimiento ganadero de 2.500 hectáreas en el partido de Villarino y eso lo habilita como antiguo miembro de la Sociedad Rural. Ex - ejecutivo del grupo Sasetru, dirigió la DGI en 1966, comandando el aparatoso Operativo Libertad en el ruidoso tramo de esa calle, allí donde se apiñan los comerciantes de metales preciosos, por orden del entonces todopoderoso secretario de la SIDE, general Señorans, que decía buscar una célula comunista dedicada al contrabando de oro pero no podía ocultar su antisemitismo. Ahora ha vuelto a la función pública, pero sus días en la Secretaría están contados. Será luego de que Erman González, el funcionario menemista que ha acumulado mas “ex” en la historia nacional y en esos momentos a cargo del Ministerio de Economía, anuncie en “Tiempo Nuevo”:

—Hay renuncias que no se piden: se presentan.

Erman es un cultor reconocido de la chaya riojana: entre amigos cada tanto se anima a improvisar algunas payadas de su autoría. En los lejanos años en que el estudio jurídico de Carlos Menem en La Rioja sobrevivía por los aportes de la curtiembre Yoma, Erman amenizaba concurridas reuniones que solían terminar con las primeras luces del día siguiente.

—Etchegoyen fue designado por su amistad con el presidente de la Nación— afirma sin titubear, y se exculpa luego porque su humanidad no resiste tamaña culpa atribuida a una frase de cuño mediático, es una broma— lo del queso gruyère lo vengo diciendo desde el año setenta y cuatro.

Cuello había sido un tenaz opositor de las políticas de control estatal de la economía que venía proponiendo el peronismo desde la década del 40, y lo explicaba desde lo fiscal: a medida que aumenta la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo, la frontera —sostenía— se convierte en un queso gruyère, lleno de agujeros, por donde se cuelan importaciones subfacturadas y exportaciones sobrevaluadas.

En mayo, cuando habían pasado cinco meses de la renuncia de Rapanelli, Cuello denunció la “concertación monopólica” de cinco grandes exportadoras de productos primarios (Bunge y Born, Cargill, Dreyfus, La Plata Cereal y Continental) pero excluyó a la mayor, Nidera, de origen norteamericano.

—Luego de mis declaraciones, Etchegoyen mantuvo una reunión con el Ministro de Economía (Erman González) cuyos términos ignoro, y luego renuncia— y aclara— Entiendo que se le pidió la renuncia.

Es decir, no la presentó, lo echaron. Lo echó Erman, pero éste lo desmentiría.

También sostiene Cuello:

—No estaba satisfecho con su gestión, y él (Etchegoyen) no compartía mi idea de privatizar los servicios de control aduanero.

Y por fin, un concepto que también subrayará la viuda del fallecido:

—Etchegoyen no podía confiar en el personal de Aduanas. Posiblemente su error fue apoyarse en gente cuestionable, como un tal Garbarini.

Jorge Alfredo Garbarini había ingresado a la función pública en 1971, y fue designado por Etchegoyen como Secretario Técnico de la Administración Nacional de Aduanas. Impulsó, aparentemente, un control mas estricto sobre lo que calificó como "una avalancha de importaciones subfacturadas por una legislación permisiva". Esto dio lugar a la resolución 2779/90: los privatizadores mas extremistas pusieron el grito en el cielo, sobre todo al advertir que la mayor parte de los manifiestos tenían un mismo origen e idéntico destino: IBM. ¿Acaso privatización era sinónimo de descontrol?

Ante la siguiente pregunta del juez, Cuello se ataja de un juicio por injurias:

—Cuando digo cuestionable hablo de la idoneidad para el cargo

Como para crear un ambiente favorable a la hipótesis del suicidio por el queso gruyère, Cuello aprovechó la presencia del juez para denunciar que había recibido varias amenazas por vía telefónica.

—Te vamos a volar la casa, ojo lo que decís— afirma que le expresó una anónima voz masculina, y el juez entonces se abstuvo de efectuar preguntas mas incisivas.

Anónimos planificadores de candorosas campañas de confusión llamadas “contra-medidas” en el ámbito militar concluyeron que semejantes amenazas terminaban rebotando sobre la honorabilidad de Etchegoyen. Para proteger al declarante, claro.

Jerarquías

—Los mas cercanos por razones de jerarquía eran Garbarini, Mazzaglia, Lecumberry y un coronel de inteligencia, pero —acertó a agregar Raquel Orlando, viuda de Etchegoyen, antes de la siguiente pregunta del juez— Mi esposo no tenía ninguna persona de confianza.
—Solicitó una entrevista con Erman González, sin lograrlo— dijo, y agregó para que no quedaran dudas sobre la preocupación de su marido muerto— También conversó con el  brigadier Juliá a fin de lograr su reivindicación, acordando éste que hablaría con el Presidente.
En 1993 el jefe del estado mayor de la Fuerza Aérea tiene un encontronazo con Camilión, ministro de Defensa, y es sucedido por el  brigadier Paulik. Desde entonces Juliá se convierte en director de Lanolec S.A., del grupo Yabrán.
"Los mas cercanos por razones de jerarquía" eran Jorge Alfredo Garbarini, Secretario Técnico de la Aduana y empleado de la repartición desde 1971, que había sido señalado por Cuello como “cuestionable” y el coronel de Inteligencia Nedo Otto Cardarelli, nacido en 1932. Viejo operador de las estructuras militares del recontra-espionaje, el coronel retirado declaró:
—Etchegoyen no me encomendó investigación alguna en particular sobre determinado tema— con lo que no llegó a aclarar para que cobraba un sueldo de la Aduana como coronel retirado de inteligencia.
Cuando las declaraciones de la esposa llegaron a la prensa, Juliá lo desmintió.
—No hubo ninguna entrevista ni gestión mientras estuvo al frente de la Aduana y no existen informes orales o escritos— sostuvo, pero “mientras estuvo al frente”, lo que dejaba abierta la posibilidad de una reunión posterior.
El secretario general de la Fuerza Aérea, brigadier Toribio, fue mas allá:
—Nunca nos pidió ayuda ni comentó lo que estaba haciendo. Para la Fuerza fue un suicidio— aseguró, tajante.
Jorge Garbarini fue citado a declarar tres días mas tarde.
—¿Sabe si la empresa Villalonga tiene alguna relación con la Aduana?— inquiere el juez, que no está obligado a explicar por que pregunta lo que pregunta, aunque por la radio-pasillo de los Tribunales ya se han hecho asociaciones libres. ¿No es el mencionado Mazzaglia el mismo que...? Y ¿Villalonga-Furlong, es acaso la empresa de ese oscuro empresario cuyo nombre todavía no se repite con ligereza en los medios de comunicación? Y también: ¡ojo, se comenta que Etchegoyen entregó a Edcadassa el remate de rezagos de Aduana en condiciones al menos excesivamente favorables si lo comparamos con la gestión del Banco de la Ciudad! ¿Ocasa, Edcadassa, Villalonga, son los tentáculos que gobierna una sola cabeza? Marquevich todavía no había citado a Mazzaglia, pero ya sabía.
—Lo desconozco— replicó Garbarini.
Ya le llegaría a Alfredo Yabrán la oportunidad de desmentir su relación con esas empresas.
Parco de palabras, el Turco Grande contará con un vocero de generosos antecedentes: el escribano Wenceslao Bunge.
Por ahora los intereses del Turco Grande podían defenderse en Tribunales sin necesidad de movilizarlo. El abogado Jorge Mazzaglia conocía a la perfección los pliegues de la Justicia y enteraba a sus patrones de la marcha de la investigación.
Pero Marquevich no preguntará a Raquel Orlando sobre Villalonga, o la presencia de esos abogados relacionados con Ocasa, porque las esposas de los militares no conocen las actividades políticas de sus maridos.
Por consejo de Alfredo Yabrán, Etchegoyen había depositado su confianza en dos abogados fieles, que integraban la nómina salarial de las empresas postales y además frecuentaban los Tribunales con amplia capacidad para hacer lobby. Esto significa, por ejemplo, conocer detalles de lo que se tramita en los juzgados a través de múltiples informantes. Y en caso de necesidad, ellos —los alfiles— actuar directamente. Así fue como se presentó ante Marquevich el propio Jorge Mazzaglia. El magistrado no había creído necesario citar a Lecumberry.

Gente de confianza 

Una tarjeta del estudio Lecumberry había sido encontrada sobre el escritorio, cerca de la nota donde el muerto parecía haber calificado su acto como un “suicidio político”. Se los tenía como asesores, personas idóneas del círculo íntimo de Etchegoyen en su trabajo, pero la viuda había asegurado:
—No estaba rodeado por gente de confianza.
Mazzaglia fue empleado de Interbaires e Intercargo. Ambos asesores perdieron rápidamente la confianza del administrador cuando éste comenzó a encargarse personalmente de algunos raros movimientos en Ezeiza.
Marquevich ordena citar a los pares Antonietti, Laporta y Crespo; al ministro Erman González, al subsecretario Raúl Cuello, a miembros de la familia de Etchegoyen y a su chofer Salvador Roselli, pero su perspicacia no parece seguir un curso natural: si los asesores eran de confianza según Cuello y Erman González, y por su actividad tenían una visión  de conjunto de la Aduana, entonces ellos debían conocer o estar cerca de algunas de las claves de la muerte. ¿No hubiera sido lógico que fueran los primeros en comparecer?
A poco de iniciarse la investigación, el juez dirá a la prensa en un alarde de autonomía:
—Muchos dicen que no tengo pruebas. Esperen y verán— pero el desafío se evapora en los hechos, los contundentes hechos de una investigación judicial desorientada, ligera, indolente.
El abogado Mazzaglia se presenta a declarar espontáneamente, anticipándose a los deseos de Marquevich. Es el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes.
—Fui asesor de Etchegoyen y lo sigo siendo con Elías—declaró Mazzaglia, y dijo también —El brigadier tomó conocimiento de investigaciones de carácter reservado  relacionadas con un importante movimiento de mercaderías, supuestamente ilegal, procedente de la Sección de Cargas de Ezeiza. Esto habría ocurrido entre 1987 y 1988.
El entonces juez de San Isidro, Alberto Piotti, llevó a cabo esa averiguación, que culminó con la prisión  de Juan Carlos Delconte. Piotti consiguió que la causa se partiera en dos; retuvo el tema drogas, y giró al juez Acuña el de contrabando. La investigación se ciñó estrictamente al año 1988. Lo secundaba el fiscal Plee.
A continuación Mazzaglia declara que la responsable de la Sección de Cargas fue primero Lade y ahora es Edcadassa con la que él está estrechamente vinculado y cree, cree que su titular es el  brigadier Ruiz.
Mazzaglia no podía desconocer quién era el titular de Edcadassa, empresa a la que la Aduana había entregado el remate de sus rezagos y cuya relación con Interbaires e Intercargo era mas que evidente. Las tres empresas relacionaban íntimamente los capitales de Yabrán con la Fuerza Aérea y la Aduana.
“En este acto —tipea un funcionario, quizás el mismo juez Marquevich porque en el folio, y en todos los que siguen sobre Mazzaglia, falta la firma de la secretaria aunque en la carátula se lee "comparece ante S. S. y Secretario que refrenda" — aporta al Tribunal el borrador relativo a la investigación a que hiciera alusión inicialmente, desconociendo si la justicia ha tomado intervención en tales investigaciones”.
Luego promete como un escolar aplicado o un celoso custodio del derecho:
—Si tengo mas datos concretos, los haré saber al Tribunal— el día de los inocentes.
Todos los años Mazzaglia regala en Comodoro Py agendas de cuero cuya tapa luce, con letras de oro y filigranas, el nombre grabado de fiscales y jueces, hace abundantes regalos y suele invitar a cenas en restaurantes exclusivos. Estos gestos abren todas las puertas de los severos tribunales de justicia, pero el libre ejercicio de la profesión impide que los mortales comunes nos enteremos de dónde provienen tan ingentes recursos para relaciones públicas. En cierta ocasión el abogado pagó una cena para todo el personal del juzgado del juez Branca, quien concurrió a la cabeza de la pequeña multitud de insaciables empleados judiciales dispuestos a acabar el champan de Los Años Locos, en la costanera, antes que al citado juez le administraran una cámara oculta de Canal 13, gracias a lo cual la sufrida opinión pública pudo enterarse que Branca, desde el juzgado, dirigía una organización de contrabando con sede en Ezeiza.
Para suerte de Mazzaglia, diciembre se iba y en el día de los inocentes había prometido dejar una copia de las investigaciones, copia de la que nunca se tuvo noticia.
Durante enero, mes de feria judicial, las actuaciones quedan a cargo del abogado Enrique Carlos Schlegel, un juez que declara como domicilio particular la avenida de los Inmigrantes 1950, frente a la Terminal de Ómnibus de Retiro: el Edificio Centinela.
Schlegel fue asesor letrado del Servicio Penitenciario Federal, el semillero del grupo de seguridad que rodeaba al empresario Alfredo Yabrán, de quien Schlegel era amigo. También lo es del oficial Víctor Hugo "Chango" Dinamarca, que durante el Proceso fuera el contacto entre ese servicio y la Esma. Dinamarca es soltero, nacido en 1944, accionista de Sky-Cab, Asistencia de Vehículos Comerciales S.A., socio gerente de Bridees SRL, la empresa que brindaba seguridad a Villalonga, Oca, Inversiones y Servicios y a la que quería ingresar el oficial Prellezzo, y socio y administrador de Tecnipol. Es decir, un Dinamarca cien por ciento Yabrán y mano de obra desocupada.
El dos de enero, Schlegel pide el expediente —como se han corrido rumores de intento de robo, fue guardado en la caja fuerte del juzgado de Marquevich— porque se han presentado dos individuos interesados en la causa, y que no acreditan su identidad. Pura curiosidad.

Días mas tarde, una persona que dice llamarse Carlos López Pózano se presenta ante Schlegel como "conocido de un amigo en común" para interiorizarse de la causa. El amigo en común, de apellido Name, le manda un mensaje a Schegel:
—Sobre Edcadassa, Interbaires, Intercargo y Villalonga no hay ninguna novedad. 
El doctor Schlegel le aconseja volver luego de la feria, a lo que Carlos López responde:
—No es necesario, para esa fecha ya estará de regreso mi amigo y podrá seguir personalmente el trámite.
(¿Mazzaglia?) 
Sin duda.
El amigo común de Schlegel y Carlos López Pózano es Héctor "El Turco" Name.
Name había pasado de un escritorio en los Tribunales a la Secretaría Técnica de la Aduana en la Administración Delconte. Quizás era informante de Piotti. Cuando la relación entre Yabrán y Etchegoyen había sido desnudada por la familia del difunto asumiendo el riesgo, el vocero Bunge demostraría una y otra vez saber con exactitud las idas y vueltas de la investigación, las palabras textuales de los citados a declarar. Name, Carlos López, Mazzaglia, Schlegel, tenían acceso al expediente, con o sin el conocimiento de los funcionarios que encabezaban el juzgado federal.
El que fuera abogado de Interbaires e Intercargo ha partido de vacaciones pero regresa el día 24 y se presenta ante Schlegel “pidiendo ser oído”. Para seguir personalmente el trámite, lo que en este caso toma la forma de:
—He recibido amenazas telefónicas. Me amenazaron de muerte— denuncia, sumamente nervioso.
"No te metas en asuntos donde no tenés que estar", "tené mucho cuidado", "vas a tener un accidente", reveló.
Ya repuesto tras unas merecidas vacaciones en Punta del Este, Marquevich cita a Mazzaglia.
Como las amenazas de muerte no se repitieron, quiero dejar sin efecto la denuncia— afirma el ex - abogado de Intercargo e Interbaires, de cuyo semblante ha desaparecido el miedo.
Una carcajada a toda orquesta se fue colando por los pasillos de tribunales y llegó a los movileros que esperaban, en la puerta de la calle Talcahuano, alguna noticia salpicada de sangre. Todos los dioses protectores de la verdad, de lo ecuánime, de la justicia y  la muerte se revolvieron en sus míticos aposentos. Mazzaglia aclara:
—Las anotaciones que oportunamente acompañé a la causa —anotaciones que por cierto no existen sino en su imaginación o fueron oportunamente desglosadas del expediente, guardadas o quemadas (en rigor hay algunos papeles en la caja fuerte, pero no alcanzan para esbozar un plan de trabajo y menos aún una investigación aduanera)— se trataban (sic) de una investigación de carácter reservado que estaba llevando a cabo en forma personal el  brigadier Etchegoyen y se vinculaban con mercadería que, traída del extranjero, era ubicada en el aeropuerto de Ezeiza y que, o bien pagaban un ínfimo canon o directamente no pagaban tal canon, produciendo un perjuicio millonario tanto al fisco como al almacenaje —o sea, tanto a la Aduana como a Yabrán— y el interés de Etchegoyen se centró fundamentalmente en la subfacturación de mercadería importada.
Primero asustado porque en las declaraciones de la viuda y de Garbarini se ponía en duda de que fueran realmente confiables para Etchegoyen, ahora Mazzaglia pretende dirigir la investigación, de modo que la muerte se relacione directamente con subfacturaciones o con una supuesta organización independiente a la aduana, a Edcadassa y a la Fuerza Aérea. En la primera inculpa indirectamente a Edcadassa y luego habla de un circuito paralelo, fuera de control.
Sea como fuere, su segunda declaración tiene poco que ver con la primera. Pero el juez no profundiza, aunque se encuentra sentado frente a un abogado conocido en Tribunales y no ante un chofer con estudios secundarios incompletos.
“El ex - administrador de Aduanas, Rodolfo Etchegoyen, se suicidó cuando sus denuncias por subfacturaciones no tuvieron el eco esperado en Cuello, Erman González y el propio Presidente”, interpretará la prensa al día siguiente.
Según Horacio Verbitsky, el muerto había tenido con Mazzaglia y Lecumberry una discusión a puertas cerradas en un tono que sus colaboradores describieron como extremadamente violento.
Desde ese momento, Mazzaglia hace mutis por el foro.
Pero no se retira de la actividad: junto con Lecumberry promovió la designación del doctor Jorge Kolon como jefe de la estratégica sección sumarios. Al caer el sucesor de el “Indio”, Elías, Kolon tuvo que dejar la Aduana. En 1993 Mazzaglia asume como subsecretario de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, llevado por su amigo Piotti. Inmediatamente ubicó a Kolon en la dirección de sumarios, ascensos y traslados cuando la policía bonaerense era la mejor del mundo, dirigida por el comisario Klodczyk. Cuando el Tano Piotti fue ascendido a Secretario General de la Gobernación, Mazzaglia se convirtió, primero en jefe de asesores y luego en Subsecretario de la Función Pública. Duhalde lo dejó cesante en 1997 cuando comenzó la presión contra Yabrán. A mediados de 1995 era el abogado en las sombras de Casa Piana en la causa de la mafia del oro. Su afinidad con Piotti es manifiesta. 
Entonces comienza la etapa de los anónimos puntualmente girados por el sucesor de Etchegoyen y Elías, el vicealmirante (RE) Martínez, para colaborar desinteresadamente. Su pasado en la inteligencia de la Armada y el entorno masserista lo han predispuesto a creer que una investigación se devela por el seguimiento de tales pistas.
Una voz misteriosa le dice al Jefe del Departamento Prevención y Represión, Gabriel Botvinicoff, que “el hilo de la investigación se debería iniciar por la subadministración de Ushuaia y por Juncadella”.
El citado jefe, ya presentado, fue designado en ese cargo por Etchegoyen, seguramente siguiendo el consejo de sus asesores, y será procesado y detenido por un monumental contrabando detectado en la Aduana de Campana por el que se pretendieron cobrar 60 millones de dólares en reintegros. Lo defendió el abogado Jorge Kolon.
Luego otro anónimo, con traslados de personal dispuestos por Etchegoyen y mas tarde dejados en suspenso.
Y un tercero, también acercado por el vicealmirante, un texto desprolijo, mal escrito, acusando a los despachantes Roberto Sánchez y Asociados, que no existen. 
Se sabe que, con el ex - fiscal Plee y el ex - juez y funcionario Alberto Piotti, Mazzaglia ha instalado actualmente un próspero negocio, del que se desconocen sus actividades, excepto que asesora a gente influyente, empresas multinacionales. Como el asesoramiento estratégico de Hard Comunication.
El abogado Jorge Lecumberry, que manejaba la Aduana junto con su par, jamás fue citado a declarar. Las desinteresadas colaboraciones de Schlegel y Martínez no agregaban absolutamente nada. Claro, acentuaban la sospecha de que, por tratarse de un suicidio común y corriente, todo seguía siendo muy misterioso.
¿Quiénes estaban interesados en agregar confusión? ¿Quiénes podían interesarse, por ejemplo, en sustraer el expediente de manos de la justicia siendo un simple suicidio por depresión?


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