lunes, 2 de agosto de 2010

7. La justicia

Cuando el abogado defensor del representante de Maradona logró dar vuelta la declaración de los supuestos testigos encubiertos (tres prostitutas) exhibidos por el juez de Dolores, quien le tomó declaración, en horas de la madrugada y aceptando una cuestionable jurisdicción, fue el juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich.
En mayo de 1997, Marquevich dirigió un operativo anti-droga denominado Strawberry por la modalidad de traslado (la cocaína estaba disimulada en cajones de frutillas para la exportación), que le intentó arrebatar el comisario (RE) Naldi cuando apareció imprevistamente, mientras equipos combinados de la Federal y la bonaerense realizaban un allanamiento. En el procedimiento participan el comisario Jorge Palacios, del DPOC (sucesora de Coordinación Federal) y el también comisario Eduardo Curleto de Drogas Peligrosas de la Federal.
En abril de ese año ingresaron desde Colombia 3 contenedores consignados a la empresa Viardot, que pasaron por los tres canales de la aduana. Ninguno fue revisado. Pero escondían dos mil kilos de cocaína de extrema pureza, decomisados en el posterior operativo dirigido por el juez. “No se pueden abrir los cajones esterilizados y congelados porque afectan la mercadería” fue la explicación aduanera. Por otra parte, Viardot cobró los correspondientes reintegros. El Director de Inteligencia Fiscal y Aduana de la AFIP, Carlos García Lorea, afirmó: “Usamos una metodología de inteligencia previa con perfiles de riesgo cruzando datos del destinatario y la procedencia y siguiendo los rastros del dinero”. Parece cuento. Ya en tiempos de la Alianza, el periodista Enrique Vázquez se ocupó de diseminar el rumor de que la cocaína había sido comprada por agentes de la SIDE y luego casualmente “descubierta” para fortalecer la imagen mediática de ese organismo, pero ninguna constancia lo certifica.

La policía de Alemania Occidental (BKA) y la Federal argentina habían acordado que dejarían pasar el cargamento hasta su destino en Hamburgo para identificar y desbaratar la red europea.
Naldi, (a) El Gordo, es amigo de Marquevich, con quien ha compartido veraneos esteños, llegará a pisar fuerte en el SIDE y colaborará desinteresadamente con los entuertos del estudio de los doctores Iribarren y Cúneo Libarona, defensores de Emir Yoma. Uno de los sérpicos del juez de Dolores, el oficial Diamante, acusó a Naldi de quedarse con la mitad del cargamento del operativo Carbón Blanco, realizado el 25 de octubre de 1990, cuando “El Indio” estaba al frente de la Aduana.
Su sueldo de comisario le había permitido adquirir el yate Queen Bell valuado en 600 mil dólares y en Buenos Aires suele alojarse en el Hotel Plaza del paisano Mario “Bollito” Falak. En 1995 se hizo famoso porque participó en el decomiso de un enorme cargamento de cocaína procedente del Cártel de Cali, en el llamado operativo Café Blanco. Su actividad en la Secretaría de Inteligencia del Estado no ha impedido que ese organismo, en 1997, hiciera circular un paper en el que se lo incrimina como mensualizado de Yabrán. Otra banda.

Ámbito Financiero del 11 de diciembre de 1990: "el sucesor de Etchegoyen, dueño del Hotel Presidente y paisano Aldo Elías Fuad declaró que la Aduana se encontraba en un estado calamitoso". Veinticuatro horas mas tarde es hallado el cuerpo de Etchegoyen en Arroyo 845.

La explicación que surgía naturalmente es que se había suicidado por su manifiesta incapacidad para dirigir el organismo que controla las importaciones y exportaciones de la Argentina.
Esa torpeza habría provocado la emisión de una frase tan letal como caprichosa del Secretario de Ingresos Públicos, Raúl Cuello ("la Aduana es un queso gruyère") capaz de generar un manto de dudas sobre la honorabilidad de Etchegoyen. Además, el propio Fuad, a quien conocía, había machacado sobre lo mismo asegurando que la repartición se hallaba en un estado catastrófico.

Marquevich opta por comenzar a indagar sobre los motivos personales, y cita a la viuda, la señora Raquel Orlando.
Entonces comienzan a funcionar las usinas de rumores: "Se atendía por un profundo pozo depresivo en el Hospital Aeronáutico Central". Y mas tarde: "También era tratada la esposa".
Una declaración testimonial en sede judicial posee toda la enervante lentitud y formalidad de un acto burocrático. Recuerda la arcaica institución de los notarios, una herencia virreinal de los borbones.
En la transcripción de las declaraciones se pierde lo sustancial, se evaporan los silencios expresivos o inexpresivos, las palabras subrayadas, los gestos, la percepción del juez para interrogar en el momento oportuno a fin de obtener las mas claras respuestas, aquellas capaces de develar los misterios e intenciones que constituyen la conducta humana.
Excepto la frase “preguntado por S. S. respecto del hecho que se investiga en autos y del conocimiento que tiene de las partes y si le comprenden las generales de la ley”, latiguillo de todos los testimonios, no se transcriben las preguntas. Solo las respuestas y las manifestaciones espontáneas.

—Nunca estuvo bajo tratamiento psiquiátrico y tenía una vida familiar normal— fue la primera definición de la mujer.
Acaso el juez leía todos los diarios antes de ingresar a su despacho, acaso algún empleado le había comentado la versión, al oído. Acaso sabía (el juez) que la versión era “carne podrida” producida en alguna institución dedicada a quehaceres clandestinos.
Acaso la viuda se animó a declararlo antes de ser interrogada.
Así que no estaba bajo tratamiento psiquiátrico en el Hospital Aeronáutico Central por un “cuadro de crisis depresiva profunda”, agobiado por las críticas que se habían abatido sobre su gestión, y que en todo caso se explicaban —esas críticas— porque estaban en juego el “Sistema María”, la informatización de los controles copiando un sistema francés; y la privatización del Departamento Valoración, que implicaba, al menos, un negocio de 180 millones de dólares anuales; o las denuncias por las subfacturaciones en las que Juan Carlos Delconte era el pato de la boda y el Tano Piotti su cazador implacable, al menos mientras el ráting se mantuviera en esos niveles. Según El Cronista, por la presión sindical para obtener mejores salarios en la repartición, aumento al que Sup-Erman se oponía.
—Desmiento totalmente que Rodolfo haya sido un tipo depresivo. Era activo, hincha de San Lorenzo, buen futbolista— declara a la prensa su hermano José, agregando— estuvo en el seleccionado nacional de rugby, era nadador, se entusiasmaba con el golf y el tenis.
Desde las páginas de Clarín se apuntalaba la hipótesis de la angustia post-subfacturaciones, con tono melodramático: “Abrumado por las denuncias que echaban sombras sobre su honestidad era atendido en el Hospital Aeronáutico Central por un cuadro de crisis depresiva profunda”.
Un rumor se cae con evidencias. Sostener por mucho tiempo la hipótesis de la depresión requería complicidades, fraguar certificados médicos e historias clínicas, connivencia de psiquiatras y psicólogos, testigos de los tratamientos.
Encontrarse una mañana con una nube de camarógrafos rodeando al director del Hospital Aeronáutico Central era la pesadilla mas recurrente de los analistas empleados en las usinas de rumores. No, no se podía sostener.
Cuando fue citado ante el juez el Secretario Raúl Cuello, estaba en la calle el diario El Cronista que en una nota de tapa editorializa sobre la base de una apócrifa preocupación: “Luis Barrionuevo, Roberto Dromi y Emir Yoma advirtieron la gravedad de la depresión (de Etchegoyen) y se movilizaban para que le dieran un nuevo cargo”.
Como si se hubiera realizado una reunión de ministros para analizar el diagnóstico del psiquiatra del Hospital Aeronáutico que aconsejaba: “El paciente, bla, bla, bla..., y por lo tanto se recomienda se le asigne un nuevo puesto de responsabilidad aunque, claro, sin la manifiesta tensión del precedente, como por ejemplo, la dirección de una biblioteca especializada en ataques al Invincible o un cargo de relaciones públicas en Aerolíneas”.

—Caramba— dirá Dromi inclinándose por la alternativa de la biblioteca, de existir algo semejante, y respaldado al unísono por los nombrados Barrionuevo, que se preguntará quién es ese “Indio”, y Yoma, que no se lo preguntará— la línea de bandera ya no nos pertenece, no podemos hacer nada, la vendí.
El secretario privado de Etchegoyen, Ramón Gato, con quien se había generado una mutua corriente de afecto, declaró:
—Soy categórico, jamás lo vi enfermo o deprimido.
Y no solo eso: “el drama se explica por la presión cruzada de los sindicalistas que reclaman mayores salarios y el ministerio de Economía que no quiere ceder”, dicen los diarios de esa mañana.
Es decir, había otra explicación para el aparente suicidio: Etchegoyen estaba entre dos fuegos. Comprendía las razones de los gremialistas para obtener justificados aumentos salariales pero su fidelidad estaba también depositada en quienes lo habían nombrado. En otras palabras, sería un hombre de lealtades divididas por una cuestión de sueldos estatales insuficientes que generaban corrupción.
Porque el control estatal siempre genera corrupción. Privatizar, no.
Un salvavidas de plomo hubiera sido menos nefasto.
Las especulaciones periodísticas fueron tan fantasiosas que se llegó a asociar la muerte con la compra fraudulenta de automóviles para discapacitados. Los periodistas siguieron un allanamiento dispuesto por el juez Lotero, que investigaba maniobras de contrabando. La pista desembocaba en una villa miseria de General Sarmiento. Fue secuestrado un destartalado Ford Falcon modelo 81 con el motor casi fundido, una piltrafa para los gitanos.
Sin embargo, aunque la prensa era responsable por la publicación de esas versiones, quizás no lo era por su origen y verosimilitud. Los privatizadores, entretanto, las usaban para su propio provecho: era una prueba fehaciente de que, desde el Estado, era imposible luchar contra la corrupción.
El diario de Julio Ramos copeteó como guardián intachable de la moral republicana: “No son muchos los casos que se recuerden de políticos o funcionarios que ponen fin a su vida ante denuncias que los involucran”.
¿Que denuncias involucraban a Etchegoyen? ¿No había paralizado, acaso, el trámite de cincuenta y siete mil manifiestos de importación en los que se sospechaba se habían declarado precios inferiores a los de plaza?

Durante el Proceso, trascendió que había existido una oscura relación entre la empresa fundadora de "Ámbito Financiero", su director Julio Ramos, el “intendente” retirado Osvaldo Cacciatore y otros personajes que podrían actuar como testaferros de empresarios ligados al gobierno militar. ¿Bulgheroni, Macri? Se desconocían los detalles, que habían sido enmascarados mediante cesión de acciones de sociedades fantasmas. El edificio en el pasaje Carabelas, por ejemplo, había sido adquirido en esas poco claras circunstancias. Yabrán no era ajeno al intendente faraónico, por otra parte, y luego se vino a saber que algunos periodistas de ese diario podían haber sido mensualizados por el empresario postal.

Se agregarían posteriormente mas versiones, en la prensa y sobre todo en la investigación judicial: el caso de los galpones promocionados de Tierra del Fuego, la caída del grupo Koner-Salgado, los operativos aduaneros en la calle Pasteur.
¿Requirió Marquevich alguna constancia oficial del Hospital Aeronáutico? No, no hacía falta porque se trataba de puras especulaciones, y los jueces actúan con hechos, y los hechos son el expediente, lo que queda escrito, y por eso mismo conviene hacer pocas preguntas o, en todo caso, que lo escrito no refleje claramente el rumbo de la investigación.

—Estaba esperando el casamiento por iglesia de nuestro hijo mayor con mucha ansiedad e interés— dijo la viuda.


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