En marzo de 1982 se había conformado la sociedad anónima SMC cuya finalidad es la “importación y exportación de frutos del país y de bienes que ensamble la industria metalúrgica” con Wenceslao Bunge en el directorio, y que se completaba con los señores Guillermo Suárez Mason y Ramón Camps, ambos de profesión militar retirado, y el señor Víctor Hugo Alderete, íntimo amigo del presidente Menem y posteriormente interventor en el PAMI.
Era una sociedad anónima de personas famosas. Sobre todo, siniestras.
El petiso Alderete, además, había sido socio de un hermano de Wenceslao, el médico Hernán Bunge, en la empresa de medicina privada TIM S.A.
Bunge ha cultivado amistad con Rodolfo Díaz y el joven sobresaliente Martín Redrado, a quien promocionó como ministro de Economía de la provincia de Corrientes cuando era interventora Claudia Bello. A todas luces, es un hombre muy, pero muy vinculado a la Fuerza Aérea, a las armas, a los bienes ensamblados por la industria metalúrgica y a los militares del Proceso.
La relación de Yabrán con Menem si no era íntima al menos era estrecha.
En 1993, Yabrán había aportado 4 millones de dólares para agilizar la idea de un plebiscito (que nunca se realizó) para asegurar la reelección.
El pacto de Olivos y la nueva Constitución lo permitieron sin necesidad de llegar a ese recurso, en cuyo caso el dinero bien podía servir para emitir un decreto de necesidad y urgencia redactado por Cacho Caselli para desregular el mercado de la correspondencia.
El Turco Grande no era peronista ni mucho menos: amigo personal de Cesar Jaroslavsky, tenía al hermano del extinto Ricardo Balbín en su entorno mas íntimo y también —como el resto de los empresarios— había colaborado financieramente con la UCR.
Nunca se supo si, desentendido Yabrán de la lucha por el Correo, se devolvió el dinero de la reelección al empresario postal suicidado en Entre Ríos.
El entonces ministro de Justicia, Elías Jassán, desmintió conocerlo hasta que las pruebas en su contra apuraron su renuncia.
En medio de la polvareda que levantaron las denuncias de Cavallo, el dueño de Ocasa fue recibido por el ministro Jorge Rodríguez, que hizo malabares para explicar semejante audiencia. Al salir de la Casa Rosada, el automóvil que transportaba a Yabrán fue atacado a pedradas. En esos días se sospechaba de su eventual instigación al asesinato del fotógrafo Cabezas en Pinamar.
Erman González, el "contador sin visión política", había dicho a un periodista de la revista Noticias:
Noticias: ¿Conoce a Yabrán?
Sup-erman: Sí. Lo conocí durante mi gestión en Defensa. Había embates contra Edcadassa, Intercargo e Interbaires y vino a ofrecer las acciones que tenía con la Fuerza Aérea. Le pedí que lo hiciera por escrito y así lo hizo.
Noticias: ¿Conoce a Yabrán?
Sup-erman: Sí. Lo conocí durante mi gestión en Defensa. Había embates contra Edcadassa, Intercargo e Interbaires y vino a ofrecer las acciones que tenía con la Fuerza Aérea. Le pedí que lo hiciera por escrito y así lo hizo.
Noticias: Pero él niega haber tenido acciones en esas empresas.
Sup-erman: No... bueno, no recuerdo si se presentó con el nombre de Yabrán o de Villalonga-Furlong.
Noticias: Le reitero, él niega vinculaciones con esas empresas.
Sup-erman: No puedo aseverar si él me dijo o no me dijo, yo lo tomé como que era la contraparte de la Fuerza Aérea y la empresa.
Cuando intentaba forzar la renuncia de Raúl Cuello, Erman sostuvo ante el periodismo: "Hay renuncias que no se piden, se presentan".
En ocasión de la desactivación del misil Cóndor, Erman voló mucho mas alto, hacia el terreno exquisito de la filosofía y la lingüística: "la palabra siempre no existe", reveló.
Dromi podía achacarle que fuera un contador sin visión política, pero nadie dudaba de sus dotes como vendedor de ilusiones. El ex - demócrata cristiano y ex - contador de curtiembres , siempre ha sido un intérprete apasionado de la chaya riojana, y tenía buenos maestros.
Ahora bien, Alfredo Yabrán debió creer que su poder era eterno e indestructible. Probablemente erró de pura impunidad, porque se sabía poderoso según su propia definición al diario "Clarín".
Había colaborado y se había enriquecido con el Proceso, tenía sólidas amistades en el poder nacional e internacional y con ellos había tejido indestructibles alianzas mercantiles. Los que han investigado su actuación pública y privada sostienen que bien pudo tener que ver con la venta del misíl Cóndor II en oriente, y que sus empresas, asociadas con la Fuerza Aérea, pudieron haber recaudado fondos clandestinos para construirlo. Cuando llegó el mandoble de Duhalde, ya Cavallo y la embajada norteamericana lo habían abandonado y luego llegó el turno del menemismo.
Entonces hizo unas llamadas por su teléfono satelital, cargó la escopeta calibre 12.70, capaz de detener la carga de un rinoceronte o un jabalí, y esperó la llegada de la policía.
No hay indicios de que el juzgado federal, ahora a cargo de la doctora Nora Ramond, haya investigado la veracidad del informe titulado “Aparato de inteligencia y operacional de Alfredo Nallib Yabrán” en el que se señala a Mario Hugo Cárdenas, Luis Alberto Japonés Martínez y Fafa Pitana como autores del asesinato del brigadier. Sobre todo cuando provenía de un organismo estatal encargado de investigar actividades ilícitas. Tampoco profundizó en el ámbito de la Fuerza Aérea y en especial entre las filas del SIFA. La certificación, por parte del brigadier Laporta, de que poco antes de la muerte de Etchegoyen se realizaría alguna reunión para analizar su gestión o sus gestos posteriores, tampoco mereció ser investigada.
Etchegoyen quizás se encontró, en la misma oficina de la calle Arroyo o en camino a ella con algunos desconocidos —por el momento— personajes que le recriminaron su intención de dar a publicidad lo que sabía sobre las mafias de Ezeiza. Tenía que conocerlos para franquearles la entrada de la oficina. De todos modos, el estado defectuoso de las cerraduras del inmueble fue mencionado en los primeros días de la investigación y los investigadores de la Federal no dejaron en el expediente ninguna constancia de que se hubieran realizado pericias ni preguntado a quienes pudieran haber sabido sobre ellas. En cuyo caso, los desconocidos pudieron haberlo esperado dentro de la oficina.
Si no lo estaban esperando en el interior del edificio, los visitantes debieron apelar a pasadas lealtades de naturaleza ignorada para ingresar. Hubo una discusión en términos nada cordiales. Luego fue golpeado con un objeto contundente romo o con la palma de la mano sobre la zona de la nariz, lo que anuló su resistencia de inmediato.
El asesino no era un improvisado. El equipo debió haber recibido ordenes de doblegar la voluntad del aviador o, en caso contrario, eliminarlo. No era, como el asesinato de Cabezas, un apriete que se extralimitó o, como sostiene Miguel Bonasso, una operación dentro de otra operación.
También pudo administrársele algún medicamento por vía respiratoria, un spray por ejemplo, o fue inyectado. Las pericias forenses en nuestro país se limitan a buscar arsénico, cianuro, talio, esos venenos clásicos que el homicida agrega a algún alimento para desarmar las desconfianzas de la víctima. No es necesario que el medicamento inmovilizador sea recontra-perfecto: solo se necesita que no deje las huellas químicas buscadas por los forenses en sangre y vísceras, mediante procesos químicos elementales.
Inmovilizado por el golpe sobre la base de la nariz, por presión de una mano sobre el sistema circulatorio del cuello, o con un medicamento que se introdujo por las vías aéreas o intramuscular, fue sencillo, para un individuo entrenado, ubicarle el revólver sobre la boca y luego disparar. La viuda de Marcelo Cattáneo insiste en asegurar que su esposo murió de un modo similar. En el terreno de la duda queda la posición del arma: con el guardamontes hacia arriba, se podía disparar con mayor facilidad. Es decir, en ese aspecto todavía seguía siendo un posible suicidio.
Pero no tan claro es que el Smith & Wesson quedara colgando de un dedo. La escena parecía una puesta en escena, la de cierto humor macabro.
Todo indica que el incremento de la corrupción política en la Argentina no es solo una sensación presente en la opinión pública sino un dato cierto de la realidad. Y más aún, que no se trata de un epifenómeno propio de un determinado grupo o elenco político sino parte constitutiva del entrecruzamiento entre la estructura política y económica, es decir, del poder. La ola neoliberal convirtió a la política en “el arte de lo posible” y arrinconó toda propuesta que contuviera una dimensión utópica, un objetivo a alcanzar, una tensión constante entre sectores que pugnan por proyectos diferentes. De ese modo, hacer política se ha limitado al accionar de grupos que persiguen intereses sectoriales y buscan exclusivamente anular a otros grupos con intereses diferentes. Con sementante horizonte, sin expectativas de cambio, la corrupción es una herramienta de uso regular. ¿Cómo se financian los partidos políticos, por ejemplo? ¿Que sucede cuando las fuerzas armadas se convierten en cotos de negocios?
Esa corrupción en el estado y la competencia entre grupos económicos rivales llevó a desusados niveles de violencia, como la sucesión de asesinatos, muertes dudosas, suicidios inducidos y atentados dinamiteros con decenas de víctimas inocentes.
En estos años se ha extendido la sospecha de muchos argentinos en cuanto al poder creciente de las mafias, la impunidad que ha armado el Estado y la relación existente entre el poder político y estos negocios turbios o criminales. Pero así como la moda dominante del 90 era la privatización para lograr servicios mas eficientes y competitivos, diez años mas tarde parece ser la lucha contra la corrupción aislada de una discusión sobre la naturaleza del poder.
Sin duda, una suerte de pacto mafioso, basado en la ley del silencio, ha impedido hasta el momento que se conozca la verdad.
Pero la impunidad y la cadena de lealtades se terminan en algún momento, tarde o temprano. Como una cortina que se pliega, acabaremos percibiendo lo que sucedió esa noche del 12 al 13 de diciembre de 1990 en la calle Arroyo 845. Y sobre todo, quienes organizaron, instigaron y condujeron al equipo de asesinos. Pese a las discutibles constancias judiciales, la muerte de Etchegoyen se parece mucho más a un homicidio que a una suicidio.
En mayo de 1991 el juez Marquevich sostuvo: "por vía de hipótesis puedo decir que advirtió introducción de drogas o ingreso ilegal de divisas" y que "se trató de establecer si dentro de su Arma, en la Aduana o entre sus amistades, alguien o algún grupo estaba interesado en que esta investigación (la de "procedimientos permisivos en la Aduana" que probadamente realizaba Etchegoyen) no prosperara o si, habiendo tomado conocimiento de tal investigación, le obstaculizaran su éxito", pero no hay constancias escritas de tales averiguaciones.
Aún así, la investigación judicial, excepto por algunas presentaciones de la familia, está paralizada.
FUENTES:
Entrevistas a los involucrados.
Expediente judicial 54.737’90 caratulado: Etchegoyen Rodolfo Orlando s/muerte dudosa, Poder judicial de la Nación, Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción nº 37, Buenos Aires
BIBLIOGRAFÍA
BARCELONA Eduardo y VILLALONGA Julio: Relaciones carnales, Ed. Planeta.
BARCIA Hugo e IVANSICH Norberto: La traición de Alí Baba, Baires edita.
BONASSO Miguel: Cámpora: el presidente que no fue, Ed. Emecé.
BONASSO Miguel: Don Alfredo, Planeta.
CAPALBO Daniel y PANDOLFO Gabriel: Todo tiene precio, Ed. Planeta.
CAVALLO Domingo Felipe: El Precio de la verdad, Ed. Planeta.
CERRUTI Gabriela: El Jefe, Ed. Planeta.
JUVENAL Carlos: Buenos Muchachos, Ed. Planeta.
LEJTMAN Román: Narcogate, Ed. Sudamericana.
PASQUINI Gabriel y DE MIGUEL Eduardo: Blanca y Radiante. Ed. Planeta.
SALINAS Juan: AMIA, el atentado, Ed. Planeta.
SANTORO Daniel: Los Intocables, Ed. Planeta.
SANTORO Daniel: Venta de armas. Hombres del gobierno. Ed. Planeta
VERBITSKY Horacio: Robo para la Corona, Ed. Planeta.
WALGER Sylvina: Pizza con champan, Ed. Espasa.
ZLOTOGWIAZDA Marcelo: La mafia del oro, Ed. Planeta.
Diarios Clarín, Página/12, La Prensa, La Nación, El Cronista, Ámbito Financiero, La Razón.
Revistas Gente, Somos, Noticias, Análisis (Paraná).
Sup-erman: No... bueno, no recuerdo si se presentó con el nombre de Yabrán o de Villalonga-Furlong.
Noticias: Le reitero, él niega vinculaciones con esas empresas.
Sup-erman: No puedo aseverar si él me dijo o no me dijo, yo lo tomé como que era la contraparte de la Fuerza Aérea y la empresa.
Cuando intentaba forzar la renuncia de Raúl Cuello, Erman sostuvo ante el periodismo: "Hay renuncias que no se piden, se presentan".
En ocasión de la desactivación del misil Cóndor, Erman voló mucho mas alto, hacia el terreno exquisito de la filosofía y la lingüística: "la palabra siempre no existe", reveló.
Dromi podía achacarle que fuera un contador sin visión política, pero nadie dudaba de sus dotes como vendedor de ilusiones. El ex - demócrata cristiano y ex - contador de curtiembres , siempre ha sido un intérprete apasionado de la chaya riojana, y tenía buenos maestros.
Ahora bien, Alfredo Yabrán debió creer que su poder era eterno e indestructible. Probablemente erró de pura impunidad, porque se sabía poderoso según su propia definición al diario "Clarín".
Había colaborado y se había enriquecido con el Proceso, tenía sólidas amistades en el poder nacional e internacional y con ellos había tejido indestructibles alianzas mercantiles. Los que han investigado su actuación pública y privada sostienen que bien pudo tener que ver con la venta del misíl Cóndor II en oriente, y que sus empresas, asociadas con la Fuerza Aérea, pudieron haber recaudado fondos clandestinos para construirlo. Cuando llegó el mandoble de Duhalde, ya Cavallo y la embajada norteamericana lo habían abandonado y luego llegó el turno del menemismo.
Entonces hizo unas llamadas por su teléfono satelital, cargó la escopeta calibre 12.70, capaz de detener la carga de un rinoceronte o un jabalí, y esperó la llegada de la policía.
No hay indicios de que el juzgado federal, ahora a cargo de la doctora Nora Ramond, haya investigado la veracidad del informe titulado “Aparato de inteligencia y operacional de Alfredo Nallib Yabrán” en el que se señala a Mario Hugo Cárdenas, Luis Alberto Japonés Martínez y Fafa Pitana como autores del asesinato del brigadier. Sobre todo cuando provenía de un organismo estatal encargado de investigar actividades ilícitas. Tampoco profundizó en el ámbito de la Fuerza Aérea y en especial entre las filas del SIFA. La certificación, por parte del brigadier Laporta, de que poco antes de la muerte de Etchegoyen se realizaría alguna reunión para analizar su gestión o sus gestos posteriores, tampoco mereció ser investigada.
Etchegoyen quizás se encontró, en la misma oficina de la calle Arroyo o en camino a ella con algunos desconocidos —por el momento— personajes que le recriminaron su intención de dar a publicidad lo que sabía sobre las mafias de Ezeiza. Tenía que conocerlos para franquearles la entrada de la oficina. De todos modos, el estado defectuoso de las cerraduras del inmueble fue mencionado en los primeros días de la investigación y los investigadores de la Federal no dejaron en el expediente ninguna constancia de que se hubieran realizado pericias ni preguntado a quienes pudieran haber sabido sobre ellas. En cuyo caso, los desconocidos pudieron haberlo esperado dentro de la oficina.
Si no lo estaban esperando en el interior del edificio, los visitantes debieron apelar a pasadas lealtades de naturaleza ignorada para ingresar. Hubo una discusión en términos nada cordiales. Luego fue golpeado con un objeto contundente romo o con la palma de la mano sobre la zona de la nariz, lo que anuló su resistencia de inmediato.
El asesino no era un improvisado. El equipo debió haber recibido ordenes de doblegar la voluntad del aviador o, en caso contrario, eliminarlo. No era, como el asesinato de Cabezas, un apriete que se extralimitó o, como sostiene Miguel Bonasso, una operación dentro de otra operación.
También pudo administrársele algún medicamento por vía respiratoria, un spray por ejemplo, o fue inyectado. Las pericias forenses en nuestro país se limitan a buscar arsénico, cianuro, talio, esos venenos clásicos que el homicida agrega a algún alimento para desarmar las desconfianzas de la víctima. No es necesario que el medicamento inmovilizador sea recontra-perfecto: solo se necesita que no deje las huellas químicas buscadas por los forenses en sangre y vísceras, mediante procesos químicos elementales.
Inmovilizado por el golpe sobre la base de la nariz, por presión de una mano sobre el sistema circulatorio del cuello, o con un medicamento que se introdujo por las vías aéreas o intramuscular, fue sencillo, para un individuo entrenado, ubicarle el revólver sobre la boca y luego disparar. La viuda de Marcelo Cattáneo insiste en asegurar que su esposo murió de un modo similar. En el terreno de la duda queda la posición del arma: con el guardamontes hacia arriba, se podía disparar con mayor facilidad. Es decir, en ese aspecto todavía seguía siendo un posible suicidio.
Pero no tan claro es que el Smith & Wesson quedara colgando de un dedo. La escena parecía una puesta en escena, la de cierto humor macabro.
Todo indica que el incremento de la corrupción política en la Argentina no es solo una sensación presente en la opinión pública sino un dato cierto de la realidad. Y más aún, que no se trata de un epifenómeno propio de un determinado grupo o elenco político sino parte constitutiva del entrecruzamiento entre la estructura política y económica, es decir, del poder. La ola neoliberal convirtió a la política en “el arte de lo posible” y arrinconó toda propuesta que contuviera una dimensión utópica, un objetivo a alcanzar, una tensión constante entre sectores que pugnan por proyectos diferentes. De ese modo, hacer política se ha limitado al accionar de grupos que persiguen intereses sectoriales y buscan exclusivamente anular a otros grupos con intereses diferentes. Con sementante horizonte, sin expectativas de cambio, la corrupción es una herramienta de uso regular. ¿Cómo se financian los partidos políticos, por ejemplo? ¿Que sucede cuando las fuerzas armadas se convierten en cotos de negocios?
Esa corrupción en el estado y la competencia entre grupos económicos rivales llevó a desusados niveles de violencia, como la sucesión de asesinatos, muertes dudosas, suicidios inducidos y atentados dinamiteros con decenas de víctimas inocentes.
En estos años se ha extendido la sospecha de muchos argentinos en cuanto al poder creciente de las mafias, la impunidad que ha armado el Estado y la relación existente entre el poder político y estos negocios turbios o criminales. Pero así como la moda dominante del 90 era la privatización para lograr servicios mas eficientes y competitivos, diez años mas tarde parece ser la lucha contra la corrupción aislada de una discusión sobre la naturaleza del poder.
Sin duda, una suerte de pacto mafioso, basado en la ley del silencio, ha impedido hasta el momento que se conozca la verdad.
Pero la impunidad y la cadena de lealtades se terminan en algún momento, tarde o temprano. Como una cortina que se pliega, acabaremos percibiendo lo que sucedió esa noche del 12 al 13 de diciembre de 1990 en la calle Arroyo 845. Y sobre todo, quienes organizaron, instigaron y condujeron al equipo de asesinos. Pese a las discutibles constancias judiciales, la muerte de Etchegoyen se parece mucho más a un homicidio que a una suicidio.
En mayo de 1991 el juez Marquevich sostuvo: "por vía de hipótesis puedo decir que advirtió introducción de drogas o ingreso ilegal de divisas" y que "se trató de establecer si dentro de su Arma, en la Aduana o entre sus amistades, alguien o algún grupo estaba interesado en que esta investigación (la de "procedimientos permisivos en la Aduana" que probadamente realizaba Etchegoyen) no prosperara o si, habiendo tomado conocimiento de tal investigación, le obstaculizaran su éxito", pero no hay constancias escritas de tales averiguaciones.
Aún así, la investigación judicial, excepto por algunas presentaciones de la familia, está paralizada.
FUENTES:
Entrevistas a los involucrados.
Expediente judicial 54.737’90 caratulado: Etchegoyen Rodolfo Orlando s/muerte dudosa, Poder judicial de la Nación, Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción nº 37, Buenos Aires
BIBLIOGRAFÍA
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BONASSO Miguel: Cámpora: el presidente que no fue, Ed. Emecé.
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JUVENAL Carlos: Buenos Muchachos, Ed. Planeta.
LEJTMAN Román: Narcogate, Ed. Sudamericana.
PASQUINI Gabriel y DE MIGUEL Eduardo: Blanca y Radiante. Ed. Planeta.
SALINAS Juan: AMIA, el atentado, Ed. Planeta.
SANTORO Daniel: Los Intocables, Ed. Planeta.
SANTORO Daniel: Venta de armas. Hombres del gobierno. Ed. Planeta
VERBITSKY Horacio: Robo para la Corona, Ed. Planeta.
WALGER Sylvina: Pizza con champan, Ed. Espasa.
ZLOTOGWIAZDA Marcelo: La mafia del oro, Ed. Planeta.
Diarios Clarín, Página/12, La Prensa, La Nación, El Cronista, Ámbito Financiero, La Razón.
Revistas Gente, Somos, Noticias, Análisis (Paraná).
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