martes, 24 de agosto de 2010

6. Cromañon. Un poco menos conscientes

En los dos meses siguientes al incendio, la escena se repitió una y mil veces por televisión, hasta la saturación. El audio primero, y las imágenes mas tarde, fueron primicia del multimedios de Hadad, el mismo que elegiría después el cantante de Callejeros para romper el silencio.
Antes del primer acorde de la noche, Patricio Fontanet se había dirigido a sus seguidores con una frase entre infantil y amistosa, luego de reaccionar con fastidio a una admonición previa de un Chabán eufórico por el éxito: 

–¿Se van a portar bien?

Siguieron algunos silbidos y Fontanet repitió:

–¿Se van a portar bien?

–¡Sííí...– fue la respuesta generalizada, seguida de gritos, ovaciones y el primer “pogo”.

La edad más frecuente de los asistentes iba de los 14 a 19 años. Había también una decena de chiquilines y bebés, hijos de algunas jóvenes parejas presentes, alojados provisoriamente en lo que por entonces era el baño de mujeres y después se convertiría en una trampa, a un peso por cabeza.

¿Era un consejo, un pedido, una advertencia o un eufemismo? La banda más pirotécnica del rock chabón no cuajaba con el asma que sufría Fontanet desde chico. El humo de la pirotecnia lo obligaba a usar broncodilatadores y el ahogo era tema frecuente en sus canciones.

En el sector VIP de República Cromañón, los familiares de los integrantes de Callejeros, que solían acompañarlos en sus giras, miraban orgullosos.

Estaban los padres del baterista; un tío, una ahijada y una sobrina del guitarrista; la novia del cantante y la mujer del manager Argañaraz; Susana, madre de Patricio, a quien todos consideraban el alma mater del grupo, acompañada por su mejor amiga, y Mariana Silotta, novia del cantante.

De todos ellos, sólo sobrevivió Susana con quemaduras múltiples en brazos y espalda.

El sector VIP fue el más castigado porque el entrepiso estaba incorrectamente habilitado y no poseía la salida de emergencia que exige el Código de la Edificación, sino una comunicación (cerrada) con el hotel Central Park. Totalmente a oscuras, algunos eligieron arrojarse hacia abajo, cayendo sobre otros cuerpos.

Según relatan los testigos, unos minutos antes, Chabán se había encaramado sobre el escenario aconsejando que no se prendieran bengalas. La advertencia sonaba ridícula y hasta podía servir como acicate: la pirotecnia formaba parte del espectáculo de Callejeros que había contratado a sabiendas, a tal punto que una fiscal contravencional había labrado actas por el estallido de más de un centenar de esos artefactos en un recital anterior en un estadio.

En una carta pública que se conocería a horas de cumplirse el primer aniversario del incendio, Chabán menospreció el peligro de las bengalas y sostuvo haber visto a tres personas enarbolando candelas encendidas.

Es ridículo suponer que el empresario desconociera la alta combustibilidad de la decoración, cuando había sido advertido de ello por un especialista. Esa desmesura –pocos días antes y en otra presentación del grupo– había provocado que se encendiera la mediasombra que ocultaba el techo del local en toda su extensión. Los empleados de Chabán relataron a la justicia que, a falta de matafuegos, se había hecho una cadena entre la barra del buffet, para apagarlo con el agua contenida en vasos descartables de 500 cms cúbicos, la medida de cerveza más popular en estos recitales.

Aunque un grupo de grandotes cacheaban a los que ingresaban por la puerta de Bartolomé Mitre, obligándolos a sacarse las zapatillas en busca de droga, la pirotecnia entró con conocimiento de todos, del manager, de los dueños del local y de la banda.

Para el sobreviviente Juan Carlos Bordón, que trabajaba (en negro) para Chabán y perdió a su esposa y dos hijos de 9 y 10 años en el incendio, “el manager (Diego) Argañaraz era el que manejaba la seguridad. Las tres personas que había puesto Callejeros en la entrada, revisaron a todos y no dejaron pasar nada. ¿Cómo entraron las bengalas? Lo que yo creo es que la pirotecnia la ingresaban otras personas, allegados a Callejeros, que pasaban sin que los revisaran. Lo vi muchas veces en Cemento: una vez adentro del local, las bengalas eran repartidas: éste paquete para Juancito, este otro para Miguelito. Esto lo sabe todo el mundo y los de la banda también lo saben”.

Las bengalas no pueden ocultarse entre la planta del pie y la plantilla del calzado, y la seguridad del local no estaba exclusivamente en manos de Callejeros porque 3 personas no eran suficientes para semejante público.

Los controles no incluían el estado alcohólico de muchos menores, que entraban “dados vuelta”.

Los bomberos encontraron cajas de bengalas en dependencias del contiguo hotel Central Park, pero antes de eso, el hijo del jefe de seguridad de Chabán, Raúl Villareal, había escamoteado de la requisa de los técnicos de la Dirección de Bomberos (o con su vista gorda) otra docena de cajas que ocultaría en su domicilio particular.

La banda arrancó con el primer acorde, y sesenta segundos después (“"A arriesgar una y mil veces / A ser idiota por naturaleza y caer siempre en la vaga certeza / de que en esta tierra todo se paga / a consumirme, a incendiarme, a reír sin preocuparme...”), se incendió la primera candela.

El guitarrista Maxi Djerfy hizo un gesto señalando hacia el techo, advirtiendo que el artefacto había golpeado contra la mediasombra, prendiéndola. La chamusquina del sintético se extendió rápidamente y unos segundos después, un trozo incandescente se desprendió cayendo sobre algunos espectadores. Se escucharon los primeros gritos.

“A derribar, a ser un poco menos consciente, a acabar con unos pensamientos decentes...”, en una versificación en crudo, son las últimas palabras de su tema “Distinto” que Fontanet articularía: el fuego estaba descontrolado.

Todos tendrían ocasión de probar, en los siguientes minutos, horas y días, que significaba ser un poco menos conscientes.

Las luces se apagaron cuando se derritió el revestimiento plástico de los cables expuestos junto a la mediasombra, produciendo un cortocircuito. Según Chabán, él cortó el sonido. Aunque los gritos se generalizaban (¡Saquen a la gente! ¡Che, a la puertaaa! ¡Fuera, fuera! ¡Vamos, vamos!) la mayor parte de los asistentes, quizás siguieron creyendo, por unos instantes, que también eso formaba parte de las espectáculo.

El alto consumo de cerveza no contribuía a agilizar los reflejos, aunque ese no era negocio de Chabán –que la vendía deliberadamente muy cara dentro del local– sino de los quioscos y supermercados cercanos, que hacía cada noche una fortuna trasgrediendo las normas de consumo a menores y en la vía pública con total impunidad del gobierno de la ciudad[i].

En pocos minutos, las sofocaciones, las quemaduras y los apretujones en las salidas de emergencias cerradas acabaron con las fantasías y dieron otra perspectiva a las letras de Callejeros.

"¡Yo les dije lo que podía pasar y no me hicieron caso!... ¡Ahora, cáguense!", dicen los testigos que gritó un Chabán desencajado, presa de la histeria y que en pocos minutos abandonaría la escena con destino desconocido.





[i] La cerveza, el fernet y las gaseosas tienen en el fenómeno del rock una de sus entradas más lucrativas: unos 14 mil millones de pesos anuales en Argentina.
© 2005, Jorge Luis Devincenzi

1 comentario:

  1. callejeros es una banda del diablo
    ESCUCHEN LAS LETRAS DE SUS TEMAS!
    DENSE CUENTA!

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