sábado, 7 de agosto de 2010

13. Amenazas y persecuciones


"ADMINISTRACIÓN NACIONAL DE ADUANAS - Dirección General de Asuntos Jurídicos - Dirección de Sumarios 

Sumariante: Adela Perillo 
Ordenado por: Administrador General, vicealmirante (RE) Juan Carlos Martínez. 
Asunto: Área VIP de Ezeiza. 
Declaración de Marcos Virginio Basile, jefe del Departamento Operacional Ezeiza. 
“Que cuando era Administrador el comisario Francisco Ángel Forns, lo citó a su despacho y le dijo que Ibrahim al Ibrahim iba a trabajar en el área donde él era jefe. Preguntado sobre las funciones concretas que tenía el señor Ibrahim, el deponente contestó que Ibrahim no tenía funciones específicas, que con el correr del tiempo se pudo determinar que no estaba en condiciones de asesorar en materia operativa o de técnica aduanera porque carecía de conocimientos que le permitieran actuar con idoneidad. Preguntado sobre las tareas concretas que desempeñaba, el deponente señala que Ibrahim era como un delegado de la Presidencia de la Nación en el Departamento Operacional Ezeiza, circunscribiendo fundamentalmente su accionar a la atención de pasajeros, cuya atención (sic) le era requerida especialmente por ser delegado de la Presidencia. En cuanto a su metier específico, Ibrahim recibía a determinados pasajeros que le eran recomendados en forma personal y en su carácter de delegado de la Presidencia, facilitándoles a dichas personas los trámites migratorios y aduaneros, como si se tratara de pasajeros VIP".

Basile, que ocupa ese cargo durante las gestiones de Forns y Etchegoyen, demuestra no parecer un tonto: subraya el carácter de Ibrahim —delegado de la Presidencia, repite tres veces— para no dejar dudas. Una de las primeras medidas adoptadas por el administrador que sucederá a Etchegoyen, el empresario hotelero Adolfo Jorge Elías, es ascenderlo a la Secretaría de Recursos e Informática, sin tareas operacionales, un exilio dorado. Por su parte, la rápida designación del dueño del Hotel Presidente no podía pasar desapercibida por los que intentaban entender la muerte de la calle Arroyo. 
Ante el juez Marquevich, Basile declara a fines de abril de 1991:
—Yo estaba llevando a cabo una investigación reservada en Ezeiza, tendiente a determinar el egreso de las mercaderías de depósitos fiscales. Informé verbalmente a Etchegoyen, no a sus asesores, a quienes siquiera mostré un borrador: él me dio su apoyo y me dijo que siguiera adelante.
En la Semana Santa de 1990 el  brigadier retirado ya había sido amenazado.
Los depósitos fiscales de Ezeiza son operados por la empresa privada Edcadassa, de propiedad del señor Alfredo Nallib Yabrán, natural de la aldea de Yabrud igual que las familias Menem, Yoma, Tfeli y Al Kassar.
Basile explica además el modo que ha adoptado la operación de manipulación de mercaderías en los depósitos fiscales:
—Se trata de una sociedad con capital mayoritario de la Fuerza Aérea y la empresa Villalonga, y la Aduana controla y fiscaliza los depósitos que esa sociedad explota, a punto tal que en ellos se desempeñan empleados de la Aduana.
Y agrega un dato:
—Las bodegas se encuentran lejos del despacho de jefe operacional de Aduana.
En abril de 1990, para la Semana Santa, ya había habido encontronazos en el despacho de Etchegoyen, quien confesó a su amigo el comodoro Moreira:
—Me amenazaron, pero no quiero que la familia se entere.
Según nuestros informes, Moreira, que se niega a hablar sobre el particular, está aterrado.
“El objetivo principal era negociar todo el contrabando que se encontraba en los depósitos de LADE: mercaderías no amparadas por documentación aduanera, bultos canguro, equipajes no acompañados, etc. Las empresas ingresan a la pista para obtener la correspondencia pre y post aérea de Encotel. Están siendo investigadas por la Policía Federal por sus vínculos con el tráfico de drogas” afirmó en un paper la empresa Inforsec sobre el proceso de privatización del correo. La sede de esa empresa luego fue volada en un atentado explosivo. Se le reconocen relaciones con el sector carapintada del ejército, y probablemente fue una de las 21 fachadas que organizó el Batallón 601 con sede en Callao y Viamonte para afrontar la etapa democrática que se abría en 1983.
Marcela Etchegoyen, ahora abogada, se había casado con el peruano Pepe Del Campo, a quien conoció en Moscú, durante el período en que los padres de ambos eran agregados militares en sus respectivas embajadas. Del Campo siguió la tradici´pon y se alistó en el servicio de espionaje peruano. En el año 90 el matrimonio vivía en Lima.
—Hacía ocho meses que no nos veíamos— recordó Marcela— y viajamos a Buenos Aires para el casamiento de mi hermano Rodolfo. Papá siempre me prestaba el auto. Una tarde se lo pedí para llevar a María José a la Ciudad de los Niños, en La Plata. Se puso muy mal, me contestó de mala manera “¡no, el auto ya no te lo puedo prestar!” Pregunté las razones. Contestó algo que no pude entender, se dio media vuelta y salió.



Si fue suicidio, si no pudo soportar las críticas de Cuello, si se sintió abrumado por una institución ingobernable y atacada mortalmente por el virus de la corrupción: si, en fin, hubieron desconocidas razones íntimas para llegar a la eliminación, no son razonables las amenazas que se sucedieron mientras el juez Marquevich investigaba.
El 7 de mayo de 1991, el magistrado cierra la investigación afirmando: “puede darse por acreditado que... investigaba procedimientos permisivos de los funcionarios de la Aduana...Y no solo el tema relacionado con las subfacturaciones; también por vía de hipótesis, puedo decir que advirtió introducción de drogas o ingreso ilegal de divisas”... para agregar mas adelante: “se trató de establecer si dentro de su Arma —la Fuerza Aérea— o Aduana o sus amistades, alguien o algún grupo estaba interesado en que esta investigación (de Etchegoyen a su paso por la Aduana) no prosperara, o si, habiendo tomado conocimiento de tal investigación, le obstaculizaran su éxito”. Lo que el juez trató de establecer, si es que trató, no consta en el expediente.
Cuello denunció amenazas, Mazzaglia denunció amenazas; Roselli, el chofer, el secretario Ramón Gato y varios de los integrantes de la familia, también sufrieron amenazas y persecuciones.
En ellas se repetía un patrón, que también sería aplicado contra el fiscal Pablo Lanusse cuando investigaba la mafia del oro: hay una gradación distinta entre la advertencia del tipo “cuidate, te vamos a matar”, lo que quizás no es mas que una bravuconada o la expresión de un lunático, a aquella en la que la voz advierte: “ahora mismo estoy observando a tu hijo salir de la escuela, lleva una mochila verde y zapatillas blancas y está por subir a un auto Fíat patente tal”.
Esto implica que, loco o no, el observador ilegal posee medios para interceptar teléfonos, seguir un objetivo a distancia, sin detección posible. Hay también un aspecto siniestro cuando se involucra a familiares, y decididamente no es obra de un solitario. ¿Se podían entender estas amenazas, si es que pueden justificarse de algún modo, en un suicidio por razones personales?
Roselli es chofer de la Aduana, nació en 1964 (contaba veintiséis años en 1990), vive en Bernal y cuando asumió Etchegoyen fue designado como “exclusivo”. Tras la renuncia, el sucesor Fuad se negó a tenerlo como chofer y luego pasó a las dependencias aduaneras del Aeroparque.
Si había una oscura trama de corrupción, drogas, contrabando de armas o lavado de dinero en la Aduana, o maniobras millonarias de facturación, el juez Marquevich quizás pretendía que un trabajador estatal sin conexiones políticas o paraguas de protección,  perdiera su puesto de trabajo, y probablemente su vida -como lo demostraría mas adelante las reiteradas amenazas y persecuciones de que fue objeto- desenredando toda la trama cuando eran los actores principales quienes debían aclarar el misterio.
¿Quién cuidaría de Roselli en caso de que declarara fielmente lo que había visto u oído? En otros términos, de la investigación realizada por el juzgado se desprende que el peso de las sospechas recayó sobre un chofer o sobre el encargado del edificio de la calle Arroyo. Inversamente, hubo un trato distante y cuidadoso con otros personajes llamados a declarar, como los  brigadieres Antonietti y Laporta, el ministro Erman González o el renunciante Cuello.
En otras palabras, se ensañaron con los eslabones mas débiles, los que no podían exhibir fuertes protecciones.
Declaró a la prensa el juez Cruciani ante la detención de Omar Fassi Lavalle: “hay que terminar con esa sensación de que en la Argentina solo caen presos los ladrones de gallinas”.   
Roselli declara por primera vez el 22 de abril de 1991. Afirma que no vio ni oyó nada, que no le consta que alguna vez hayan estado cerca de la embajada norteamericana, que no conocía ninguna investigación, porque:
—Hace dos semanas fui amenazado por dos personas armadas: me dijeron que si sabía algo de Etchegoyen no dijera nada, o iba a terminar tirado por ahí.
Fue en el Aeroparque, y los dos hombres bajaron de un Fíat Duna blanco con vidrios polarizados, quizás el mismo que Rodolfo chico creería volver a ver detenido en Barrancas de Belgrano, en un área reservada para colectivos.
Roselli recordaba todavía el primer incidente, en la calle 3 de Febrero casi Lacroze, cuando les fueran aflojadas las tuercas de las cuatro ruedas del vehículo. Afortunadamente, se dio cuenta antes de que el automóvil encarara la autopista, hacia Ezeiza.
Cuando se reabre la causa, en 1977, las amenazas se multiplican. La primera, a las ocho de la noche del 13 de marzo:
—¿Habla Roselli, el chofer de Etchegoyen?
—Sí, ¿quién es?
—Si sabés algo del caso, no sabés nada porque sos boleta.
A los diez minutos, la misma voz, un hombre repite el mensaje. Y nuevamente el día siguiente, pero otra voz:
—Sos boleta— y colgó.
Y el siguiente, 15 de marzo:
—Ojo con lo que vas a decir, porque tu familia hace dos días que no está en tu casa, porque sos boleta.
Aterrorizado, Roselli había dispuesto enviar a su esposa e hijos a casa de un familiar. Los desconocidos debían haberse enterado por escuchas telefónicas o seguimiento y vigilancia en la casa del chofer. ¿Que particular tendría capacidad para intervenir un teléfono? Además del SIDE, servicios de inteligencia militares y policía, existen hoy empresas privadas que poseen avanzada tecnología de escuchas: por ejemplo, las empresas Zapram y Orgamer de lo que era el grupo Yabrán.[i]   Pero ese 15 de marzo recién comenzaba.
El edificio de la Aduana tiene ese inconfundible estilo colonial que se repite en el palacio de Correos, el de Obras Sanitarias en la avenida Córdoba, y los de otras reparticiones estatales organizadas para una Argentina granero del mundo. Estaba estacionando su automóvil cuando, desde un Fíat Duna blanco con vidrios polarizados, desciende un individuo de pelo corto, delgado, que lo apunta con una pistola obligándolo a descender. Sin ofrecer resistencia es introducido en el vehículo, donde otros dos individuos esperan.
El auto arranca y por la Costanera se dirige hacia Garay.
—Te veo un pibe inteligente, vos del caso Etchegoyen no sabés nada porque sos boleta.
Roselli quiso responder pero le clavaron el cañón de la pistola en las costillas.
—Te das cuenta que no es joda esto— le aconsejó, levantando las cejas, el que lo había encañonado para obligarlo a ascender al Duna.
Otra vez Roselli protesta, pero ahora le ponen la pistola en la cabeza.
—No sabés nada ¿o querés que te matemos ahora?
Algo farfulló el chofer, porque el tipo amartilló la pistola y reiteró:
—¿O querés que te matemos ahora?
Roselli entendió.
El 20 de marzo otra amenaza telefónica, haciendo referencia al cumpleaños de su hijo, para demostrar que era vigilado por gente con poder:
—Ojo que puede ser el último cumpleaños que festejes.
Y al día siguiente, pero al interno de la Aduana, refiriéndose a su hija. Y varios otros.
El 26, una voz ronca susurró:
—Estás muerto.
Roselli estaba a punto de declarar en el juzgado.
Luego, una persecución de un Fíat Duna también con vidrios polarizados, por las calles de Dock Sud. Le arrojan un objeto que rompe el parabrisas del Peugeot que manejaba.
Y otra a su esposa Mabel, en la escuela a la que concurre su hijo Fernando, de 7 años, por los ocupantes de un Ford Falcon rojo.
Algo era indudable: se pretendía que Roselli no declarara ante la Comisión Anti-mafia de Diputados armada cuando estalló el caso Yabrán.
Según los chinos, una comisión es como un animal con cuatro patas traseras.
El chofer de Etchegoyen no se presenta ante el Congreso pero se dirige hasta una comisaría cercana, acompañado por la diputada Patricia Bullrich. Ha resuelto, empujado por la realidad, denunciar las amenazas, está aterrado.
Mientras declara, una voz que se identifica como "el doctor Ascheri" llama por teléfono a la guardia de prevención de la comisario. Pide comunicarse con el chofer de la diputada. Menciona a la madre del chofer. Una extraña llamada que se inscribe dentro de la táctica del cerco: "todos ustedes están vigilados".
Mientras en la comisaría tomaban declaración al ex-chofer, en presencia de la diputada Patricia Bullrich, una llamada telefónica a la dependencia policial pide hablar con su chofer y menciona a su madre. Era la táctica del cerco.
Las amenazas telefónicas no se repitieron. Es que, actuando rápidamente, la justicia solicitó que la División de Observaciones Judiciales de la SIDE (Ojota) interviniera el teléfono particular. Y claro...
Roselli, para protegerse, había cometido un error: hacerlas públicas. De abril a mayo de 1997, cuando la jueza Ramond, ahora a cargo del juzgado, reabre la investigación, distintas comisiones policiales bonaerenses concurren a su domicilio en Villa Domínico, pero el chofer no se encuentra. Ni siquiera bajo la amenaza de concurrir al juzgado por la “fuerza pública”.
En enero de 1997, José Ignacio, el hijo menor, se siente vigilado por los ocupantes de un Honda Civic, que desde el interior y luego a pie, aparentemente lo vigilan o siguen en el trayecto entre la estación YPF de Libertador y Juramento y la estación Belgrano “C”. Frente a las Barrancas, dos individuos desde un Fíat Duna blanco, con vidrios polarizados, también lo vigilan.
¿El mismo Fíat Duna blanco?
Pepe Del Campo está cansado de cambiar de teléfono. Cuando lo entrevistamos, sugiere que establezcamos algún sistema de códigos para utilizar la vía telefónica, porque se cree vigilado. Sospecha que todas sus comunicaciones son escuchadas. ¿Diez años después? ¿Por un suicidio común y corriente?
—Suena, yo levanto el tubo, no hablan, es un silencio total que dice mucho —afirma, encrespado.
También agregarán un factor avieso: las amenazas contra Marcela y Pepe Del Campo incluían el conocimiento de los movimientos de su pequeña hija. Se repite el esquema de persecución que perturbó al fiscal Lanusse cuando investigaba la mafia del oro. La directora de la escuela primaria donde concurría su hija no solo lo alertó de las llamadas telefónicas: le sugirió que la cambiaria de establecimiento, por la seguridad del resto de los chicos. Una suerte de “algo habrá hecho (el fiscal)”.
En marzo del 97 Roselli organizó la fiesta de cumpleaños de su hija en un local de Mac’Donalds. Hasta allí sonó el teléfono y se repitieron las voces anónimas.
Enseguida la familia de Etchegoyen quiso entrevistarse con el funcionario Antonietti, pero no fueron atendidos.
Las empresas del grupo Yabrán empleaban a conocidos represores que habían pertenecido a las FFAA y de seguridad durante el Proceso. Los mas notorios eran, según denunció el irascible Domingo Cavallo a la justicia y luego amplió Miguel Bonasso en “Don Alfredo”: 
-Adolfo Miguel Donda Tigel, alias “Jerónimo” o “Palito” o “Dunda”. Capitán de fragata. Fue jefe de inteligencia de los grupos de tareas de la ESMA y luego director suplente de Zapram S.A. Se lo acusó de haber asesinado a Elena Holmberg, la diplomática que había desnudado las maniobras de Massera en Francia. Trabajaba en la seguridad de una de las empresas en Ezeiza: Quality Control.
-Víctor Hugo Dante Dinamarca, alias “El Chango”. Ex -oficial del Servicio Penitenciario Federal, había sido el contacto de la ESMA con ese servicio. Accionista de Sky Cab S.A., de Asistencia de vehículos Comerciales S.A. y socio gerente de Bridees S.R.L.. Amigo del juez Schlegel, que trabajó sobre el expediente de Etchegoyen  durante la feria judicial. Alguna vez se vanaglorió de haber “liquidado personalmente a treinta y ocho subversivos”.
-Carlos Orlando Generoso, alias “Fragote”. Suboficial del Servicio Penitenciario. Presidente de Zapram S.A. y socio gerente de Zapram S.R.L.
-Juan Carlos Cociña. Suboficial del Servicio Penitenciario. Vicepresidente de Zapram S.A. y empleado de Bridees S.R.L. Fue uno de los sospechosos no investigados en el asesinato de Cabezas.
-Marcelo Claudio Carmona, alias “Choper”. Suboficial del Servicio Penitenciario Federal, había estado en la Esma. Presidente de Zapram Technical S.A. y socio gerente de Zapram S.R.L.. Afirma Bonasso que se encargaba de interrogar en Bridees a los choferes de Ocasa que no cumplían fielmente las ordenes del Turco grande.
-Juan Carlos Castillo, alias “La Serpiente”. Suboficial del Servicio Penitenciario. Vicepresidente de Zapram Technical S.R.L., vinculado a Bridees S.R.L.
-Héctor Francisco Montoya. Suboficial del Servicio Penitenciario Federal. Socio gerente de Bridees S.R.L.
-Domingo Osvaldo Montoya. Hermano del anterior.
-Alberto González Menotti, alias “Gato”. Oficial de la Armada retirado.
-Roberto González, alias “Federico”. Oficial Principal de la Policía Federal Argentina. Exonerado de la institución. Participó en los asesinatos de Rodolfo Walsh y la familia Tarnopolsky.
-Roberto Naya, alias “Hernán” o “Paco”. Oficial del Servicio Penitenciario. Pasó de la represión a OCASA. Era un hombre peligroso y desequilibrado, que había tenido contactos con la derecha peronista.
-Ramón Vallejos. Suboficial de la Armada, especialista en intervenciones telefónicas.
-Aristóbulo Nicanor Moreira, alias “El Negro”. Oficial de la Armada.
-Ángel Laurenzano, alias “Ratón”. Ex detenido y colaborador en la ESMA y luego encargado de la inteligencia del grupo Yabrán. Guardaba en las computadoras de Bridees datos confidenciales de decenas de miles de argentinos. Ex militante de la izquierda marxista, era psicólogo y especialista en informática.
-D’Imperio. Alias “Abdala”. Capitán de navío de la Armada.
-Jorge Radice, alias “Ruger” o “Gabriel”. Oficial de la Armada del escalafón auditores. Desde 1987, Radice o Ruger o Gabriel, se convirtió en mano derecha de Miguel Egea, socio de Alberto Kohan, ex - secretario de la gobernación Lacabanne en Córdoba y dueño de una empresa en Miami. A la vez, Radice era amigo de Rodolfo Galimberti[ii], el "montonero-hard" que se convirtió en “Hard Comunication’s manager” asociado con su antiguo secuestrado Jorge Born.  Los Born habían pagado 60 millones de dólares a los Montoneros como rescate por el secuestro, de lo que devolvieron una parte. Menem, por su lado, juró que se vengaría eternamente de Born por la ruptura del acuerdo que concedió a la empresa el ministerio de Economía en los primeros meses de su mandato.
-Jorge Eduardo Acosta, alias “El Tigre”. Capitán de Navío de la Armada. Jjunto con Chamorro, Astiz, D’Imperio, Radice y el prófugo capitán Jorge Raúl Vildoza[iii] (requerido por la justicia por la apropiación de un niño nacido en la Esma y también por contrabando calificado), constituían el núcleo del grupo de tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada. Fue beneficiado con las leyes de obediencia debida, el punto final y el indulto, pero con posterioridad no pudo zafar de las denuncias por apropiación de bebés hijos de desaparecidos. Dependiendo directamente del Comandante Cero, se especializaba en “reciclar” montoneros de débiles convicciones, así como Chamorro terminó casándose con la mujer que había torturado personalmente, la Coca Bazán, luego convertida a las huestes de Sai Baba. Según relata Miguel Bonasso en “Recuerdos de la Muerte”, allí también se planificó la invasión a Malvinas, que recién se haría efectiva ocho años mas tarde.
-Enrique Peyón, alias “Mochila”,  “Giba”, “Gerardo”, “Quasimodo” o “Eveready”. Capitán de Fragata de la Armada.
-Fernando Luis Zizzutti. Cabo del Ejército Argentino exonerado de la institución.
-Alejandro Rabufetti. Civil. Mano derecha de Dinamarca. Trabajaría en el de seguimiento de personas. Director de Orgamer S.A.
-Miguel Angel Caridad. Suboficial del Servicio Penitenciario. Socio fundador de Bridees S.A. Era el encargado de operar la documentación personal del grupo, haciendo valer sus conexiones en la fuerza para acelerar trámites.
Coincidencia o no, el capitán Acosta recién fue citado por el juez Bagnasco por la causa de apropiación de niños nacidos en cautiverio cuando había perdido el paraguas de protección de las empresas del Turco Grande.
Tras la muerte del Tío Yabrán, el Exxel Group compró por algo así como 400 millones de dólares las empresas sospechadas. Algunos malpensados sospechan que fue una auto-compra, una transferencia fraudulenta.
El holding empresario que dirige Juan Navarro asociado con el CEI adquiere todo lo que se pone a su alcance: la tarjeta Mastercard, los Supermercados Norte, alfajores Havanna, Pan Fargo, Casa Tía, las heladerías Freddo, Musimundo, entre otros. Navarro encomendó a Frank Holder, un agente de contrainteligencia de la CIA, que limpiara de represores las empresas adquiridas al clan Yabrán, convencido de que esos personajes no eran "buena prensa" para los negocios de Exxel. Nadie conoce el origen esos capitales, pero algunos opinan que del lavado de narcodólares en gran escala.
Algunos observadores han llegado a afirmar que el Exxel está interviniendo en la compra de testigos del caso Cabezas, antes que se abra la etapa del juicio oral. Y que hay oscuros dineros, del Exxel o de la familia Yabrán o de ambos, puestos a trabajar para impedir que Duhalde gane las elecciones de octubre. Por ejemplo, tirándole encima a la policía provincial, como un vuelto. Existen los que conjeturan que Yabrán también administró dinero de Menem-Yoma.
El coronel Palleros, refugiado en Sudáfrica, declaró: “dijeron que me van a matar, que perjudico al gobierno, que engañé, que tengo que morir, que no puedo declarar y que si declaro va a ser para mal de todos”. Pero reveló todavía más: afirmó haber depositado 400.000 dólares de coima en el MTB Bank de New York para un testaferro de un alto empresario argentino muy conocido y ampliamente vinculado al poder político estatal”.
Un testigo declaró ante el juez que investiga la muerte del capitán (RE) Estrada: “Hablaba por teléfono, repetía ‘hacé algo, por favor, o me matan o me voy a tener que matar yo”.
“Clarín” del 14 de marzo de 1999: “Estrada era un hombre sano, con un muy buen nivel económico y una intensa vida íntima (eufemismo de un sexópata) que gustaba vestir ropa de primera y mostrarse amable en el barrio. Cuatro días después de esa llamada telefónica, el mismo testigo lo encontró sentado frente a su computadora apagada, cargando dos armas que le pareció eran de guerra. Otros aseguraron haberlo visto en el aeropuerto de Ezeiza, supervisando personalmente unos embarques de material bélico en febrero de 1995. Fue el único traficante de armas que declaró ante la justicia. Su vida, a partir de allí, duró menos de un suspiro. En Tribunales algunos creen que estaba dispuesto a contar lo que sabía”.
Cuando el intermediario Sassen (que no quiere testificar en la Argentina por miedo) le recriminó a Estrada —al pie de un avión no identificado estacionado en  un sector alejado del aeropuerto, a cubierto de indeseables y curiosos— que estaba entregándole fusiles Fal oxidados e incompletos, el capitán lo amenazó con un epílogo cruento, rápido y definitivo.
—Como yo vivía en Perú —recuerda Marcela, la hija mayor de Etchegoyen— papá solía invitarnos a comer en Look o Happening, para demostrar lo feliz que estaba con nuestra visita a la Argentina. En ese último viaje se negó a retornar a los mismos restaurantes, incluso cambiaba imprevistamente su recorrido en automóvil, manejaba vigilando el espejo retrovisor...
Etchegoyen estaba siendo vigilado, y lo había advertido.
Al entrar cada mañana al despacho, el interventor recorre con su mirada, primero los detalles generales, luego cada particularidad. Buscó con la mirada sobre la alfombra, luego recorrió el ancho escritorio de cedro, las paredes prolijamente pintadas, los ventanales y las bibliotecas de madera.
—¿Cómo habré dejado esa lapicera Cross anoche?
Creyó advertir un orden distinto en las revistas y documentos sobre ese estante. Notó, imaginó que el contenido de uno de los cajones estaba revuelto. ¿Que buscan, carajo? ¿No están conformes?




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