martes, 24 de agosto de 2010

5. Cromañon. Improvisados






El doctor Silvio Najdt, un cardiólogo especializado en emergencias médicas, fue entrevistado por el periodista Gerardo Yomal en la FM Palermo:

“El caos inicial es inevitable, y en Cromañón había muchos recursos, muchas ambulancias, demasiada gente vestida como médico, pero que no lo era”, opinó.

También mencionó un relato repetido por familiares de las víctimas: "Mi hijo salió de la disco, vio que sus amigos quedaron atrapados y volvió a entrar y sacó gente, y volvió a entrar, y a la tercera vez él mismo murió asfixiado". En la calle Bartolomé Mitre había bomberos, personal de seguridad de la ciudad, policías, y todos permitían la entrada y salida de gente.

Nadie controlaba la escena.

Para el médico Najdt, la situación estaba sobrepasada y el SAME se limitó a aportar equipos modernos y en cantidad, sin contar con expertos en desastres. Y aunque el caos inicial es inevitable, “media hora mas tarde tiene que haber un Puesto de Comando, un control absoluto de la escena, una entrada y salida de gente desde el lugar de la catástrofe. No puede entrar un tipo sin una máscara a ese lugar. No puede, porque la mayoría de las muertes se produjeron por asfixia, no por quemaduras”, dice.

Todos, decenas de bomberos, policías, voluntarios y víctimas salían y entraban sin máscaras. Algunos no volvieron, como Luis Alberto Santana, notero de Crónica. Cinco bomberos fueron hospitalizados, dos de ellos en terapia intensiva.

Najdt es muy crítico con los simulacros que suelen realizarse en los hospitales, sostiene que los planes de estudio en Medicina no contemplan las emergencias y toma como ejemplo el caso de la AMIA: “La Facultad de Medicina armó un quirófano al lado de la AMIA y cerraron heridas que yo tuve la oportunidad de reabrir. Había vidrios adentro de esas heridas estúpidamente cerradas, sin ningún criterio”.

Pero así como en una herida por explosión ingresan contaminantes sólidos al cuerpo que deben ser extirpados, la asfixia por inhalación de gases requirió un centro de resucitación en las cercanías.

Tal centro nunca existió.

Caóticamente, los asfixiados eran trasladados al hospital Ramos Mejía donde los camilleros se encontraban con decenas de víctimas tiradas en el piso en la guardia, en sus inmediaciones, en la calle Urquiza, formando hileras de espera, o siendo atendidos allí mismo por los médicos, sin que nadie supiera bien cuál era el orden de entrada ni se hubiera evaluado caso por caso la gravedad de su estado.

Aunque casi todos los que pasaron por esos establecimientos subrayan la excelente atención que recibieron, los hospitales públicos ya estaban colapsados sin necesidad de ninguna catástrofe imprevista.

Aunque los recursos parecen aumentar, siempre van por detrás de la realidad. Media población de la Argentina sin obra social, por debajo de la línea de pobreza, está obligada a recurrir a un servicio público al que se le sacaron los recursos básicos desde que impera la lógica de la eficiencia financiera independiente de los fines.

Como las escuelas en todo el país, los hospitales fueron entregados sin presupuesto a las provincias primero y a las intendencias después, entre 1976 y 1992. En los de la ciudad se atiende casi un millón de personas sin ningún tipo de cobertura social, y las consultas aumentan día a día, poniendo a los institutos al borde de una crisis crónica aunque cada tanto se anuncien aumentos en los presupuesto para el área. Las internaciones se duplicaron en los últimos 3 años.



Los argentinos recurrimos nuevamente a las heroicas historias individuales.

Carlos Mercau, jefe de neonatología del hospital Ramos Mejía, estaba comiendo en un restaurante con su familia cuando supo de la noticia. Inmediatamente se presentó en su trabajo.

"Era un aluvión. Estaban por todas partes, en los pasillos, en las playas de estacionamiento y en los jardines”, recuerda.

Mercau entró corriendo a la sala de pediatría, y así, en ropas de calle y con unos guantes que le había tirado una enfermera al pasar, comenzó a asistir a algunos chicos.

"La guardia parecía una escena de guerra: el piso estaba mojado por los fluidos de los pacientes, la sangre, las secreciones respiratorias. La gente escupía expectoraciones de color negro con restos de materia aspirada. Las camillas pasaban con pacientes intubados para hacer tomografías". En la sala de Traumatología había más de cuarenta cadáveres apilados, y allí, dice, tuvo la certeza de que estaban ante una catástrofe.

Mercau confiesa que cuando se calmó el pico de la crisis, vio médicos con muchos años de profesión que lloraban como chicos y él mismo tuvo que desahogarse cuando retornó a su hogar, muy entrado el viernes.

“Todos se presentaron a trabajar espontáneamente, desde las enfermeras y ordenanzas hasta el último médico”, destacó.

Coco Travascio es chofer del SAME y le tocó estar presente en calamidades como el atentado a la AMIA y el despiste del avión de LAPA en la Costanera.

Dice que en Cromañón “los chicos morían como moscas”.

La noche del 30 estaba de franco pero se había acercado a la playa de estacionamiento que tiene el SAME en la calle Rodó para despedir el año. La fiesta se vio interrumpida por el alerta del comando radioeléctrico.

"Subíamos a la gente donde podíamos: a los carros de asalto, a las ambulancias, a los autos y a los colectivos”, relata.

"Era casi imposible manejar: había que esquivar a los muertos, a los heridos, a los familiares desesperados. Se te cruzaban personas con víctimas en brazos para que los llevaras, pero en la ambulancia ya no había más lugar".

Travascio vio madres que sacudían a sus hijos muertos para que despertaran, vio jóvenes que pedían a los gritos que salvaran a sus amigos y trasportó a una chica embarazada que luego moriría en la guardia del Ramos Mejía. Dice que nunca olvidará los gritos de desesperación y dolor.

Hubo varios muertos menores de 5 años. Maximiliano Rubino, con quemaduras en el 60% de su cuerpo, declaró a la prensa: “En el sector VIP, donde estaban las familias de los músicos, había como diez nenes, todos parientes de la banda, que jugaban con autitos mientras tocaba el grupo soporte".


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