domingo, 12 de septiembre de 2010

21. Cromañon. Esto no es rock, es pura suerte

El derrumbe en Beara demuestra que todo sigue igual, o peor.








En Buenos Aires es posible asistir a espectáculos musicales en lugares tan variados como plazas, parques, avenidas, estadios deportivos y locales cerrados. Con el antecedente del señor Lopérfido[i], Ibarra, y en especial, Jorge Telerman –como el secretario Albistur– han hecho de los festivales musicales, sobre todos dirigidos a la juventud, un eje de su política. Es como si se hubiera aceptado a libro cerrado que si los pueblos producían cultura, ahora el público necesita animadores culturales.

Un recital rockero no se diferencia de un partido de fútbol y muchos de los grupos comparten hinchas, fanáticos y barrasbravas. Según el musicólogo Sergio Pujol, éste fenómeno es propio de las últimas décadas, por cuanto en sus inicios el público del rock no solía mezclarse con el del fútbol.

Como en las canchas, todos en el rock –artistas y público– forman parte del entretenimiento masivo, un gran negocio entrelazado con los medios, las agencias de publicidad, editores, representantes, dueños de locales y anunciantes. Otra vez: un concierto de Martha Argerich y un festival de Callejeros tienen distintos códigos. En uno, los espectadores vuelan espiritualmente tras los arpegios de Rachmaninoff, pero la pianista puede ser escuchada indistintamente en radio, discos o tevé; en el otro, unas canciones casi siempre descartables y de vida efímera expresa determinadas carencias, alegrías, pesadumbres o pulsiones de un público que, en respuesta al estímulo, se exterioriza saltando, arrojando bengalas y gritando. Sin todo eso, Callejeros no existe: primero son los recitales, y luego los CD’s, las remeras y el resto del cotillón, que mueve mucho dinero, pero aquellos son el núcleo generador.

Como artículo de consumo masivo, el rock también está asociado con el gran negocio de la droga y el alcohol. No es un prejuicio: algunos códigos (frustración, angustia, cierta denuncia antisistema acotada, desesperanza, demagogia, falta de futuro) están ligados a las adicciones y la búsqueda de paraísos químicos. De la rebeldía original a ésta industria hay un trecho enorme.

Producto de ese gran conglomerado universal que es la industria cultural como constructora de consensos, el rock, con sus características específicas que producen y reproducen los signos de una época, incluso los peores, es un género musical muy consumido por amplios sectores de la juventud argentina. A falta de otros modelos o ídolos, la música genera devoción, identificación, diferenciación, y es el mayor convocante del momento. Y por eso, un lugar codiciado por los grandes grupos económicos que buscan capturar el consumo juvenil[ii], con millonarias inversiones publicitarias.

En el culto al espectáculo masivo, aquellas ceremonias rockeras, hippies y pacifistas con encendedores o velas derivaron en el uso de una pirotecnia de poder similar a los explosivos de guerra. Es una desmesura, pero habría que preguntarse si el exceso no es un llamado de atención a una sociedad sorda e insensible.

En su publicidad gráfica, Callejeros se presenta, quizás se ve a sí mismo, como “Rockanroles sin destino”.


Pyme rockera



Conocida en sus inicios como Río Verde, Callejeros es una pequeña empresa nacional constituida por Elio Delgado y “Maxi” Djerfy, en guitarra y coros; Christian "Dios” (sic) Torrejón, bajo eléctrico; Patricio “Pato” Santos Fontanet, voz líder; Eduardo “Edu” Vázquez, batería, y Juancho Carbone en saxo.

Aldana Aprea arma las entrevistas de prensa. Daniel Cardel diseña las tapas de los CD’s. Martín Bizzio, Lorenzo Bussi y Diego Argañaraz funcionan como “seguridad”, “manager” y “representante”. Su primer representante fue Raúl Villarreal, el colaborador de Chabán, quien los internó en los secretos del marketing rockero.

Otros familiares también contribuyen al objetivo común: con buena suerte, los pibes van camino a la fama sin demasiadas exigencias. Ellos no lo suscribirían: han pasado tres o cuatro años “remando” con poco público, repartiendo volantes en mano a la salida de otros recitales.

Chabán les dio el espaldarazo llevándolos a Cemento como teloneros de Los Redondos.

“Tenés que hacer algo copado, que tenga acústica, escenario o un fácil acceso para la gente. No pasa todo por la plata, pero hoy es algo necesario para el rock”.

Con una visión ingenua del esfuerzo, pero a la vez consustanciada con los valores dominantes, Fontanet dice: “primero tocábamos para nosotros en la sala, después para el público de Buenos Aires y el país, después tocaremos para Latinoamérica y todo el mundo”. Lo que tiene su costo: “Como dicen los sabios, arriba siempre oscurece / Se te secan los labios y todo, todo te lo ofrecen” (“Presión”).

El éxito rápido y fácil aparece en los nuevos ídolos y modelos del siglo XXI: fama y fortuna se combinan en jugadores de fútbol y cantantes de rock. No ha habido mucho trasvasamiento generacional en los segundos. En edad de jubilarse, Mick Jagger, Paul y Ringo viven ostentosamente en Beverly Hills, su postura antisistema parece un chiste pero convocan a jóvenes y viejos nostálgicos. Las consecuencias de la globalización en África son el slogan publicitario de Bono y los U-2. Los Rolling Stones se autocensuraron para complacer a la neocultura republicana en el festival denominado Super Bowl, febrero 2006 y desplazan su hipotética rebeldía en un Boeing 757 de su propiedad, idéntico al Tango 01. Charly García suele aparecer en los medios como un despojo, mezcla de decrepitud e infantilismo, aunque sus seguidores le perdonan todo, incluso su marketing del escándalo fácil.

Los temas son casi siempre propios, una característica común de la mayor parte de los grupos rockeros y de cumbia. Entre el centenar de canciones que Callejeros grabaron en cuatro CD’s, solo dos son ajenas[iii]. La abundancia acaba en exceso: los temas en general reinan por un corto tiempo –el que facilitan los canales de promoción– y se descartan rápidamente.

Aunque no se puede hablar con propiedad de influencias, quienes observan el fenómeno del rock opinan que Callejeros comparte un mismo segmento con Los Piojos y La Renga, y sus seguidores también son permeables a la cumbia villera. Los competidores más cercanos del grupo eran Los Gardelitos y La 25, que también actuaba en República Cromañón. Korneta Suárez, líder de la primera, una banda rockera del Bajo Flores, aparecerá muerto en la calle luego de sufrir torturas y estar desaparecido 3 días, unos días antes del incendio.

En las ambiguas definiciones de los jóvenes se los encasilla como rolingas, ricoteros y también como rock chabón o sudaka y banda stone.

Sin embargo, mucho más importante resultar desentrañar cómo es su público y cuál es la relación de la banda con sus seguidores.

Tres colectivos o barras juveniles naturales de La Matanza, de impreciso origen y no menos desconocidos fines, los siguen a todas partes: La Familia Piojosa, El Fondo no Fisura y Los Invisibles[iv].

Juntarse antes de los shows y compartir las horas previas en el micro que los trae de La Matanza, son parte del rito.

"Es como cuando vas a un partido de fútbol. Cantitos, agite de banderas, descontrol. También se junta plata para la cerveza y para comprarle la entrada a los que no tienen", relata David, de 19 años.

El Fondo es un desprendimiento de La Familia: "Viajábamos en un micro con gente de la Familia. Casi todos iban dormidos, arruinados por la droga y el alcohol, pero los que estábamos en el fondo seguíamos cantando y jodiendo. De ahí salió el chiste de que el fondo no fisuraba. Lo usamos para distinguirnos del resto...", dice uno de sus líderes. Son unos 250 seguidores de entre 18 y 23 años. Su ingreso a los recitales era bullicioso: como las barras bravas en la cancha, se anuncian con bengalas y tres tiros. "O entramos todos juntos o no entra nadie”.

“Fisurar” es un término del mundo de la droga y se refiere a sus efectos perniciosos sobre los organismos: un “chabón fisurado” es un chico estragado por la adicción.

Los roces son previsibles, sobre todo por el orden de entrada y el control de los micros: "Nosotros les hacemos el aguante, los seguimos a todas partes, juntamos a los pibes en los colectivos, ponemos las banderas, les armamos la movida”.

Según el periodista Eduardo Fabregat, cercano al fenómeno del rock, Callejeros no aceptó una propuesta vinculada con lo peor del espectáculo deportivo y la violencia social por el peligro de que el tan mentado aguante “empezara ofreciendo gente, siguiera pidiendo entradas de favor y terminara exigiendo que tocaran tal o cual tema o se pudría todo”, refiriéndose a que en este contexto el grupo terminaría cautivo en un espiral imprevisible de coerción, lo que consittuye un buen tema de investigación..

¿Qué mafiosos con conexiones políticas y policiales manejan a estos grupos del fútbol, y luego a las bandas de rock? ¿Cuál es el negocio de esos mafiosos? ¿Si el objetivo es disfrutar un recital de música, se justifica semejante tensión sólo para controlar los micros? Como si a los choferes se les ocurriera cambiar de destino, correr a gran velocidad o depositarlos en un recital del adversario.

Algunos han sugerido que el incendio fue una venganza o advertencia derivadas de esta negativa, o incluso provocada por grupos rivales, pero esas explicaciones no son más que cortinas de humo, propias de un país donde suelen pagar los inocentes y la juventud es considerada sospechosa. Amigos de Chabán acusarán a esos grupos de haber encendido las candelas mortales. El fiscal Sansone comparte ese punto de vista, y cree haber probado que Callejeros no controlaba el ingreso de las tres barras de seguidores, para quienes el “aguante” consistía en convertir cada recital en un festival de bengalas. En Argentina eso puede significar que quien portaba la que prendió la mediasombra, él individualmente y no el resto de los que habían encendido las suyas, ni quienes los instigaron y permitieron entrar, cargará con toda la culpa.



[i] Dos muertos electrocutados en la Costanera Sur fue el saldo de la gestión de Lopérfido al frente de los festivales.
[ii] Los principales auspiciantes del rock en Argentina son: Movistar, Personal, Quilmes, Pepsi, Coca- Cola, Visa, Banco Río, Samsung, Nokia, Motorola.
[iii] One after 909 y Pensar en nada, de Lennon/McCartney y Gieco, respectivamente.
[iv] Conocidos en La Matanza como “los pibes del Viaducto Carranza”.

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