sábado, 31 de julio de 2010

3. Escenario. La comisaría 15ª

Desde su nuevo bunker de cemento gris y verde en la calle Suipacha al 1100, muy cerca del Ministerio de Relaciones Exteriores, la comisaría 15ª de la Policía Federal custodia una franja mundana de la ciudad de Buenos Aires que comprende embajadas, hoteles internacionales, reparticiones públicas, bancos, comercios de categoría, agencias de viaje, prostíbulos de lujo, amplias como exclusivas mansiones en las que se aloja gente cercana al poder y la farándula, tugurios para viajeros y turistas.

En las veredas de la avenida Santa Fe al 900 se comentaba la existencia de una red mafiosa callejera de origen moscovita que alguna vez se cobijó en las oficinas comerciales de la compañía de aviación Aeroflot cuando los vuelos de esa empresa llegaban hasta Buenos Aires, antes de la debacle soviética. En la guerra fría Aeroflot constituía, junto con las agencias de noticias Novosti y Tass, una de las habituales tapaderas del espionaje de la XXIIIª Dirección de Seguridad del Estado, más conocida como KGB. Desde que el camarada Gorbachov pronunció las mágicas palabras (perestroika, uskorenie, glasnot, es decir, reconstrucción, activación, transparencia) los rusos deambulan por la zona atendiendo a razones menos patrióticas: son los nuevos excluidos de la economía de mercado liderada por otro titiritero de la nomenklatura, y aunque ya no hay por quién espiar siempre habrá alguna merca para comprar y vender. Al fin y al cabo, se deben justificar, los salvatajes financieros internacionales asignados a Moscú por el FMI y el Banco Mundial han terminado intactos en las cuentas bancarias secretas que los jerarcas tienen en Suiza y en bancos estadounidenses de procedimientos relajados. Tass y Aeroflot, se decía durante la Guerra Fría, estaban plagadas de espías que apenas disimulaban su condición, así como en las décadas pasadas cualquier local de fotografía bien podía constituir un puesto estático de la SIDE instalado para observar objetivos comunistas en los barrios porteños. Un informe de la DEA indica: el narcotráfico que utiliza a la Argentina como ruta de traslado tiene como uno de sus mas importantes destinos al promisorio mercado ruso.
En el área de influencia de la comisaría sería dinamitado el edificio de la embajada de Israel en el año 92 y se realizaron las grabaciones secretas en “Spartacus”, una casa de citas para homosexuales, donde, además de un juez, habrían concurrido notorios miembros de la autodenominada “clase política” nativa en busca de nuevas sensaciones asociadas con lo que la seductora ex-vedette e hipotética actriz Katya (Catalina) Alemann denominó, sin mayores precisiones y ante Bernardo Neustadt, “el erotismo del poder”. Ella era la medio hermana pecadora de Roberto y Juan, dueños de una imprenta y un periódico escrito en alemán. Los Alemann también exhibían sin pudor su representación de los bancos suizos, habían sido asesores del Banco Mundial, el Club de París y el FMI, y para completar detentaron distintos cargos estatales durante gobiernos militares. Además estaban interesados en participar de algunas “privatizaciones periféricas”, como la de la Aduana.
El periodista que se enorgullecía de ser portador de una información falsa (“yo llevé a Yabrán a la residencia de Olivos”) juró no invitar nuevamente a la transgresora.
Como luego se supo a pesar de Bernie (que comenzó su carrera periodística allá por el 50 bajo el secretario Apold, luego fue nombrado Director General de Relaciones con las Organizaciones del Pueblo, mas tarde se convirtió en informante de la Revolución Libertadora, se hizo frondizista, dirigió la revista Extra, fue uno de los mas fervientes paladines del Proceso y menemista de la primera hora), Yabrán concurría asiduamente a las reuniones que Carlos Saúl Menem, pre-candidato justicialista, organizaba en un departamento de la calle Cochabamba, paralelas a las del estudio del abogado Grimberg, en la avenida de Mayo, cuando todavía Cafiero tenía mas posibilidades de alzarse con la candidatura. El Turco Grande ya había hecho su primer millón, y quería más: el correo, y la confección de documentos de identidad, y el control de fronteras, y los servicios aeroportuarios, y el transporte de caudales, y la custodia privada, todo lo que se pusiera por delante, hasta que la persecución del gobernador Duhalde apuró su controvertida muerte en una estancia de Entre Ríos cuando una comisión de la Bonaerense estaba a punto de detenerlo. Una escopeta 12/70 (calibre también conocido como 12 grande o tigrero) marca Baikal, de origen ruso, impidió que se conocieran algunos perturbadores secretos de Estado. ¿Era Yabrán el mandamás o solo un prestanombres?

El escándalo Yabrán logró tapar lo que parecía una verdad insoslayable: la complicidad de la policía de la provincia en la muerte del fotógrafo José Luis Cabezas.

Curiosamente, el sistema de videos, que vapuleó la honorabilidad de un juez con delirios místicos y acostumbrado a pactar con la policía brava, fue plantado por el SIDE en el área de la comisaría 15ª. Un testigo clave para la destitución del funcionario judicial, que también incriminaba seriamente a la Federal, será protegido por el servicio de inteligencia aeronáutica.
La inteligencia militar, de acuerdo a la Ley de Seguridad Interior, tiene vedado el espionaje en el territorio nacional. Pero lo hace.

Hallazgo

Estamos a fines del 90 y nada de eso ha sucedido por el momento.
El cielo comenzaba a colorearse de anaranjados y grises en esa madrugada del 13 de diciembre cuando una llamada angustiada a la comisaría de la calle Suipacha, todavía alojada en una vetusta casona de paredes descascaradas, alertó a la tripulación del patrullero 115 del comando radioeléctrico que vigilaba la zona a baja velocidad.
El Ford Falcon no identificable de color amarillo que está registrado en la Policía Federal Argentina como móvil 115 era usado frecuentemente por el comisario Meni Battaglia, transportó a los agentes que concurrieron a la oficina de Arroyo 845 donde se hallara el cadáver del brigadier Etchegoyen y también fue alejado de la zona por una supuesta llamada de Cancillería, dejando sin custodia la embajada de Israel, unos minutos antes de la explosión que la destruiría hasta los cimientos..
El amanecer no ha traído mayores novedades: pero la tranquilidad del lugar, uno de los mas exclusivos de Buenos Aires, es engañosa. En la misma cuadra se alojan las embajadas de Egipto y Rumania, ambas con guardia permanente; a poco mas de cien metros, el Palacio San Martín. En el 900, las custodiadas embajadas de Israel y Francia. A cien metros a la redonda, una decena de representaciones extranjeras completan el escenario.
Hay algunos vecinos ilustres, o ricos y famosos, como el sindicalista Oscar Lescano. Su sueldo de 1.500 mensuales como capataz de Segba le permitió amasar en doce años una fortuna de varios millones de dólares, aunque no impidió que su segunda ex-mujer le iniciara una querella por estafa, infidelidad y lesiones. Lescano suele pasar sus vacaciones en el Caribe con chicas hermosas que corren hacia donde hay dólares.

A menos de cincuenta metros de la oficina de Arroyo 845 vive un médico educado en la disciplina jesuítica, Mariano Castex, otrora confesor del general Juan Carlos Onganía y alguna vez cercano al peronismo revolucionario, que unos años después también será parte de esta historia. Imaginar que ambos, Etchegoyen y Castex, se cruzaron esa noche sofocante del 13 de diciembre, sonaría truculento: Castex se encargará de peritar una de las autopsias de la víctima.
Junto al amplio portón de hierro forjado que cierra el edificio de la calle Arroyo 845, en esa cerrada curva que la une con Suipacha y Esmeralda, hay dos hombres jóvenes, pálidos, que llegaron al lugar cerca de las 5 de la mañana a bordo de un Renault 18 flamante, propiedad de uno de ellos, Martín Laporta, hijo del por entonces Jefe II (Inteligencia) de la Fuerza Aérea y que próximamente sería directivo de una de las empresas del grupo Yabrán. Un kiosco de diarios en la avenida Lacroze le ha permitido a Martín adquirir un automóvil que en esos años era emblemático de la clase media alta.
Los policías bajan del Falcon con tranquilidad porque, si los civiles están bien vestidos, y ellos lo están, no son sospechosos de un ilícito.
—Es mi suegro, está muerto— con rara serenidad, uno de ellos, el conocido como Pepe Del Campo, toma el brazo del oficial vestido de azul.
—¡Se suicidó! ¡Que terrible!— agrega el otro. Martín Laporta, de 23 años, tendrá un súbito arranque de llanto al descubrir la macabra escena.
El grupo cruza nuevamente el portón por una puerta lateral y camina los veinte pasos que los separan de la construcción.
Una calle interior, asfaltada, se abre a ambos lados esperando carruajes que ya no llegarán en el edificio de la Sucesión Bencich. Los hombres señalan hacia las persianas de la derecha de la maciza puerta de entrada.

—Esto habrá sido un palacio en su época— comenta el cabo ametralladorista Acha, que ha dejado la Uzzi en el asiento trasero, refiriéndose a las pesadas formas del edificio de cinco pisos y habitaciones de techos altos. El chofer, sargento Roberto Poli, que será citado a declarar por esta causa siete años después y no recordará absolutamente nada, acciona el swicht del radiotransmisor, informa al comisario Meni Battaglia y se impone no pasar mas allá del portal porque le desagrada mirar los ojos de la muerte.
El suboficial Acha integrará luego la dotación policial a la que se le ordenó desde el Comando Radioeléctrico alejarse de la embajada de Israel, unos minutos antes de que estallara. Para la Policía y el ministro del Interior Carlos Corach, el cassette entregado a la comisión de Diputados que investigaba el atentado a la Amia había sido editado.Es decir, los diálogos eran ficticios. Su contenido se escuchaba habitualmente en la Escuela Ramón Falcon como práctica de pedagogía policial en casos de catástrofes, explicaron las autoridades de la Policía Federal.

Cuando se investiguen los antecedentes del comisario Meni Battaglia, nadie aceptará hablar frente a un grabador.
Un periodista, off de récord, lo definirá así: “aunque no podría probarlo, debe pertenecer a la banda, está relacionado con el Grupo Arcángel, Prolatín o el Comando María”.
Estos grupos están conformados por policías y ex-policías de capital y provincia de Buenos Aires, y también militares ligados con los carapintadas, el tráfico de armas, la droga y el asesinato por encargo, tal como lo denunció en diciembre de 1989 el mayor retirado Carlos Rivas, integrante de un departamento de inteligencia de la Presidencia de la Nación que portaba una credencial aparentemente auténtica firmada por el brigadier Teodoro Waldner (1).

Meni Battaglia sigue al frente de la comisaría 15ª cuando vuela la representación diplomática israelí.

En la investigación del atentado contra la sede diplomática habrá fuertes sospechas de que la custodia policial se había retirado unos minutos antes de que una camioneta volara con trescientos kilos de exógeno o pentrita, utilizando la práctica de “zona liberada” tan habitual durante el Proceso para detener ilegalmente y exterminar a los sospechosos puestos en la mira de los grupos de tareas. Se llegará a decir también que ese atentado y el que posteriormente destruiría la AMIA en la calle Pasteur, han sido calcados: edificios en refecciones, y no una sino dos explosiones, la principal en el interior, probablemente con bombas introducidas utilizando las reformas edilicias como cubierta, y una menos potente frente a la entrada, para desviar la investigación.
Pero recién en 1996, siete años después, una morosa Corte Suprema de Justicia citará al comisario de la seccional dentro de cuya jurisdicción se produjo el atentado para declarar por la causa de la embajada volada. En 1999 prácticamente cerrará la investigación: no se encuentran culpables ni sospechosos, no se llega a una conclusión cierta sobre la naturaleza del atentado, sus instigadores, en fin, nada. Como en la AMIA, se hablará de Irán, pero sin demasiadas convicciones. Algunos mencionan a Siria, y aportan para ello ciertas solapadas coincidencias.
El perclorato de amonio, potente explosivo que se pudo utilizar en ese atentado, y luego en el de la Amia, y en el de las Torres Gemelas en Estados Unidos, también es usado como fertilizante. Y es químicamente cercano al amonal y a uno de los elementos combustibles de los misiles de mediano alcance como el Nodong-1 coreano, el Badsr 2000 iraquí, y también del Cóndor II, un proyecto argentino que en 1991 fue declarado oficialmente liquidado por el gobierno, cuando comenzó la era de las “relaciones carnales”, un eufemismo descubierto por el canciller Guido Di Tella para describir la nueva modalidad del alineamiento automático de Argentina con la política de Estados Unidos. El Cóndor, en su última versión conocida, puede alcanzar los 6.000 kilómetros por hora, pesa unas seis toneladas, tiene una longitud de dieciséis metros, un alcance de mil doscientos kilómetros, llega a su blanco con un margen de error mínimo y porta una carga útil de quinientos kilogramos.

Eficacia

El cuerpo puede ser observado desde una persiana de hierro entreabierta. La ventana esta trabada desde el interior y las restantes aberturas de la oficina permanecen cerradas.
Tras el Falcon amarillo, cinco minutos después, llegan otros dos patrulleros que se detienen al lado de un solitario Renault 18 Break de color bordó que Pepe Del Campo, yerno del muerto, había encontrado, prolijamente estacionado por Arroyo, a unos metros del portón de entrada....

Continuará.




(1) El jefe de ese grupo de inteligencia era el abogado Carlos Cañón, muy relacionado con la Armada, y tenía su sede en avda Los Incas 3834. Cañón posteriormente será el abogado defensor de Mario Caserta en el “Narcogate”. En noviembre de 1990 el ministro Bauzá anunció que se había desbaratado una banda de un centenar de policías federales especializados en inteligencia que se proclamaba de ultraderecha.


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