sábado, 31 de julio de 2010

3. Escenario. La comisaría 15ª

Desde su nuevo bunker de cemento gris y verde en la calle Suipacha al 1100, muy cerca del Ministerio de Relaciones Exteriores, la comisaría 15ª de la Policía Federal custodia una franja mundana de la ciudad de Buenos Aires que comprende embajadas, hoteles internacionales, reparticiones públicas, bancos, comercios de categoría, agencias de viaje, prostíbulos de lujo, amplias como exclusivas mansiones en las que se aloja gente cercana al poder y la farándula, tugurios para viajeros y turistas.

En las veredas de la avenida Santa Fe al 900 se comentaba la existencia de una red mafiosa callejera de origen moscovita que alguna vez se cobijó en las oficinas comerciales de la compañía de aviación Aeroflot cuando los vuelos de esa empresa llegaban hasta Buenos Aires, antes de la debacle soviética. En la guerra fría Aeroflot constituía, junto con las agencias de noticias Novosti y Tass, una de las habituales tapaderas del espionaje de la XXIIIª Dirección de Seguridad del Estado, más conocida como KGB. Desde que el camarada Gorbachov pronunció las mágicas palabras (perestroika, uskorenie, glasnot, es decir, reconstrucción, activación, transparencia) los rusos deambulan por la zona atendiendo a razones menos patrióticas: son los nuevos excluidos de la economía de mercado liderada por otro titiritero de la nomenklatura, y aunque ya no hay por quién espiar siempre habrá alguna merca para comprar y vender. Al fin y al cabo, se deben justificar, los salvatajes financieros internacionales asignados a Moscú por el FMI y el Banco Mundial han terminado intactos en las cuentas bancarias secretas que los jerarcas tienen en Suiza y en bancos estadounidenses de procedimientos relajados. Tass y Aeroflot, se decía durante la Guerra Fría, estaban plagadas de espías que apenas disimulaban su condición, así como en las décadas pasadas cualquier local de fotografía bien podía constituir un puesto estático de la SIDE instalado para observar objetivos comunistas en los barrios porteños. Un informe de la DEA indica: el narcotráfico que utiliza a la Argentina como ruta de traslado tiene como uno de sus mas importantes destinos al promisorio mercado ruso.
En el área de influencia de la comisaría sería dinamitado el edificio de la embajada de Israel en el año 92 y se realizaron las grabaciones secretas en “Spartacus”, una casa de citas para homosexuales, donde, además de un juez, habrían concurrido notorios miembros de la autodenominada “clase política” nativa en busca de nuevas sensaciones asociadas con lo que la seductora ex-vedette e hipotética actriz Katya (Catalina) Alemann denominó, sin mayores precisiones y ante Bernardo Neustadt, “el erotismo del poder”. Ella era la medio hermana pecadora de Roberto y Juan, dueños de una imprenta y un periódico escrito en alemán. Los Alemann también exhibían sin pudor su representación de los bancos suizos, habían sido asesores del Banco Mundial, el Club de París y el FMI, y para completar detentaron distintos cargos estatales durante gobiernos militares. Además estaban interesados en participar de algunas “privatizaciones periféricas”, como la de la Aduana.
El periodista que se enorgullecía de ser portador de una información falsa (“yo llevé a Yabrán a la residencia de Olivos”) juró no invitar nuevamente a la transgresora.
Como luego se supo a pesar de Bernie (que comenzó su carrera periodística allá por el 50 bajo el secretario Apold, luego fue nombrado Director General de Relaciones con las Organizaciones del Pueblo, mas tarde se convirtió en informante de la Revolución Libertadora, se hizo frondizista, dirigió la revista Extra, fue uno de los mas fervientes paladines del Proceso y menemista de la primera hora), Yabrán concurría asiduamente a las reuniones que Carlos Saúl Menem, pre-candidato justicialista, organizaba en un departamento de la calle Cochabamba, paralelas a las del estudio del abogado Grimberg, en la avenida de Mayo, cuando todavía Cafiero tenía mas posibilidades de alzarse con la candidatura. El Turco Grande ya había hecho su primer millón, y quería más: el correo, y la confección de documentos de identidad, y el control de fronteras, y los servicios aeroportuarios, y el transporte de caudales, y la custodia privada, todo lo que se pusiera por delante, hasta que la persecución del gobernador Duhalde apuró su controvertida muerte en una estancia de Entre Ríos cuando una comisión de la Bonaerense estaba a punto de detenerlo. Una escopeta 12/70 (calibre también conocido como 12 grande o tigrero) marca Baikal, de origen ruso, impidió que se conocieran algunos perturbadores secretos de Estado. ¿Era Yabrán el mandamás o solo un prestanombres?

El escándalo Yabrán logró tapar lo que parecía una verdad insoslayable: la complicidad de la policía de la provincia en la muerte del fotógrafo José Luis Cabezas.

Curiosamente, el sistema de videos, que vapuleó la honorabilidad de un juez con delirios místicos y acostumbrado a pactar con la policía brava, fue plantado por el SIDE en el área de la comisaría 15ª. Un testigo clave para la destitución del funcionario judicial, que también incriminaba seriamente a la Federal, será protegido por el servicio de inteligencia aeronáutica.
La inteligencia militar, de acuerdo a la Ley de Seguridad Interior, tiene vedado el espionaje en el territorio nacional. Pero lo hace.

Hallazgo

Estamos a fines del 90 y nada de eso ha sucedido por el momento.
El cielo comenzaba a colorearse de anaranjados y grises en esa madrugada del 13 de diciembre cuando una llamada angustiada a la comisaría de la calle Suipacha, todavía alojada en una vetusta casona de paredes descascaradas, alertó a la tripulación del patrullero 115 del comando radioeléctrico que vigilaba la zona a baja velocidad.
El Ford Falcon no identificable de color amarillo que está registrado en la Policía Federal Argentina como móvil 115 era usado frecuentemente por el comisario Meni Battaglia, transportó a los agentes que concurrieron a la oficina de Arroyo 845 donde se hallara el cadáver del brigadier Etchegoyen y también fue alejado de la zona por una supuesta llamada de Cancillería, dejando sin custodia la embajada de Israel, unos minutos antes de la explosión que la destruiría hasta los cimientos..
El amanecer no ha traído mayores novedades: pero la tranquilidad del lugar, uno de los mas exclusivos de Buenos Aires, es engañosa. En la misma cuadra se alojan las embajadas de Egipto y Rumania, ambas con guardia permanente; a poco mas de cien metros, el Palacio San Martín. En el 900, las custodiadas embajadas de Israel y Francia. A cien metros a la redonda, una decena de representaciones extranjeras completan el escenario.
Hay algunos vecinos ilustres, o ricos y famosos, como el sindicalista Oscar Lescano. Su sueldo de 1.500 mensuales como capataz de Segba le permitió amasar en doce años una fortuna de varios millones de dólares, aunque no impidió que su segunda ex-mujer le iniciara una querella por estafa, infidelidad y lesiones. Lescano suele pasar sus vacaciones en el Caribe con chicas hermosas que corren hacia donde hay dólares.

A menos de cincuenta metros de la oficina de Arroyo 845 vive un médico educado en la disciplina jesuítica, Mariano Castex, otrora confesor del general Juan Carlos Onganía y alguna vez cercano al peronismo revolucionario, que unos años después también será parte de esta historia. Imaginar que ambos, Etchegoyen y Castex, se cruzaron esa noche sofocante del 13 de diciembre, sonaría truculento: Castex se encargará de peritar una de las autopsias de la víctima.
Junto al amplio portón de hierro forjado que cierra el edificio de la calle Arroyo 845, en esa cerrada curva que la une con Suipacha y Esmeralda, hay dos hombres jóvenes, pálidos, que llegaron al lugar cerca de las 5 de la mañana a bordo de un Renault 18 flamante, propiedad de uno de ellos, Martín Laporta, hijo del por entonces Jefe II (Inteligencia) de la Fuerza Aérea y que próximamente sería directivo de una de las empresas del grupo Yabrán. Un kiosco de diarios en la avenida Lacroze le ha permitido a Martín adquirir un automóvil que en esos años era emblemático de la clase media alta.
Los policías bajan del Falcon con tranquilidad porque, si los civiles están bien vestidos, y ellos lo están, no son sospechosos de un ilícito.
—Es mi suegro, está muerto— con rara serenidad, uno de ellos, el conocido como Pepe Del Campo, toma el brazo del oficial vestido de azul.
—¡Se suicidó! ¡Que terrible!— agrega el otro. Martín Laporta, de 23 años, tendrá un súbito arranque de llanto al descubrir la macabra escena.
El grupo cruza nuevamente el portón por una puerta lateral y camina los veinte pasos que los separan de la construcción.
Una calle interior, asfaltada, se abre a ambos lados esperando carruajes que ya no llegarán en el edificio de la Sucesión Bencich. Los hombres señalan hacia las persianas de la derecha de la maciza puerta de entrada.

—Esto habrá sido un palacio en su época— comenta el cabo ametralladorista Acha, que ha dejado la Uzzi en el asiento trasero, refiriéndose a las pesadas formas del edificio de cinco pisos y habitaciones de techos altos. El chofer, sargento Roberto Poli, que será citado a declarar por esta causa siete años después y no recordará absolutamente nada, acciona el swicht del radiotransmisor, informa al comisario Meni Battaglia y se impone no pasar mas allá del portal porque le desagrada mirar los ojos de la muerte.
El suboficial Acha integrará luego la dotación policial a la que se le ordenó desde el Comando Radioeléctrico alejarse de la embajada de Israel, unos minutos antes de que estallara. Para la Policía y el ministro del Interior Carlos Corach, el cassette entregado a la comisión de Diputados que investigaba el atentado a la Amia había sido editado.Es decir, los diálogos eran ficticios. Su contenido se escuchaba habitualmente en la Escuela Ramón Falcon como práctica de pedagogía policial en casos de catástrofes, explicaron las autoridades de la Policía Federal.

Cuando se investiguen los antecedentes del comisario Meni Battaglia, nadie aceptará hablar frente a un grabador.
Un periodista, off de récord, lo definirá así: “aunque no podría probarlo, debe pertenecer a la banda, está relacionado con el Grupo Arcángel, Prolatín o el Comando María”.
Estos grupos están conformados por policías y ex-policías de capital y provincia de Buenos Aires, y también militares ligados con los carapintadas, el tráfico de armas, la droga y el asesinato por encargo, tal como lo denunció en diciembre de 1989 el mayor retirado Carlos Rivas, integrante de un departamento de inteligencia de la Presidencia de la Nación que portaba una credencial aparentemente auténtica firmada por el brigadier Teodoro Waldner (1).

Meni Battaglia sigue al frente de la comisaría 15ª cuando vuela la representación diplomática israelí.

En la investigación del atentado contra la sede diplomática habrá fuertes sospechas de que la custodia policial se había retirado unos minutos antes de que una camioneta volara con trescientos kilos de exógeno o pentrita, utilizando la práctica de “zona liberada” tan habitual durante el Proceso para detener ilegalmente y exterminar a los sospechosos puestos en la mira de los grupos de tareas. Se llegará a decir también que ese atentado y el que posteriormente destruiría la AMIA en la calle Pasteur, han sido calcados: edificios en refecciones, y no una sino dos explosiones, la principal en el interior, probablemente con bombas introducidas utilizando las reformas edilicias como cubierta, y una menos potente frente a la entrada, para desviar la investigación.
Pero recién en 1996, siete años después, una morosa Corte Suprema de Justicia citará al comisario de la seccional dentro de cuya jurisdicción se produjo el atentado para declarar por la causa de la embajada volada. En 1999 prácticamente cerrará la investigación: no se encuentran culpables ni sospechosos, no se llega a una conclusión cierta sobre la naturaleza del atentado, sus instigadores, en fin, nada. Como en la AMIA, se hablará de Irán, pero sin demasiadas convicciones. Algunos mencionan a Siria, y aportan para ello ciertas solapadas coincidencias.
El perclorato de amonio, potente explosivo que se pudo utilizar en ese atentado, y luego en el de la Amia, y en el de las Torres Gemelas en Estados Unidos, también es usado como fertilizante. Y es químicamente cercano al amonal y a uno de los elementos combustibles de los misiles de mediano alcance como el Nodong-1 coreano, el Badsr 2000 iraquí, y también del Cóndor II, un proyecto argentino que en 1991 fue declarado oficialmente liquidado por el gobierno, cuando comenzó la era de las “relaciones carnales”, un eufemismo descubierto por el canciller Guido Di Tella para describir la nueva modalidad del alineamiento automático de Argentina con la política de Estados Unidos. El Cóndor, en su última versión conocida, puede alcanzar los 6.000 kilómetros por hora, pesa unas seis toneladas, tiene una longitud de dieciséis metros, un alcance de mil doscientos kilómetros, llega a su blanco con un margen de error mínimo y porta una carga útil de quinientos kilogramos.

Eficacia

El cuerpo puede ser observado desde una persiana de hierro entreabierta. La ventana esta trabada desde el interior y las restantes aberturas de la oficina permanecen cerradas.
Tras el Falcon amarillo, cinco minutos después, llegan otros dos patrulleros que se detienen al lado de un solitario Renault 18 Break de color bordó que Pepe Del Campo, yerno del muerto, había encontrado, prolijamente estacionado por Arroyo, a unos metros del portón de entrada....

Continuará.




(1) El jefe de ese grupo de inteligencia era el abogado Carlos Cañón, muy relacionado con la Armada, y tenía su sede en avda Los Incas 3834. Cañón posteriormente será el abogado defensor de Mario Caserta en el “Narcogate”. En noviembre de 1990 el ministro Bauzá anunció que se había desbaratado una banda de un centenar de policías federales especializados en inteligencia que se proclamaba de ultraderecha.


2. Situación. 1990

Así como es posible entender el presente por el conocimiento de los hechos del pasado, también éste se alumbra con los del presente.
Erróneamente se nos enseña que la ciencia es neutral: menos lo es la historia, relato de pasados acontecimientos humanos, hecha de conjeturas y retazos de situaciones, reales o ficticias pero definitivamente terminadas.
De entre los testimonios disponibles, se selecciona voluntariamente partiendo de hipótesis que no deben oscurecer la objetividad. Casi siempre es imposible develar toda la verdad, porque, según se lo mire, hacer historia puede ser tanto una tarea imposible como un gesto de omnipotencia, el de querer atrapar el sentido último de lo que sucedió, con todos sus detalles. Pero el observador no es inmune a la pasión, la interpretación o el error. Peor, mucho peor, si se considerara por encima de esos sucesos.   

En el 90, la Argentina vivía de sacudón en sacudón.
La estabilidad democrática estaba puesta en duda aún con siete años de gobierno civil. La economía tambaleaba. Los nuevos poderosos comenzaban a exhibir impúdicamente sus vidas privadas en Gente y sus trenzas políticas en Pinamar. El radicalismo se retiraba en desorden de la escena mientras el justicialismo avanzaba esgrimiendo argumentos de reivindicación popular: salariazos, revoluciones productivas. En la intimidad se buscaba un pacto de gobernabilidad.
El mandamás de la cerealera Bunge y Born, que había impuesto dos ministros de Economía al presidente Menem, efectuó este irónico comentario sobre la designación del doctor Javier González Fraga al frente del Banco Central:
—Se habla de narcotráfico, de hoteles raros que aparecen con el narcotráfico.
El egipcio Gaith Pharaon llegó a Buenos Aires con objetivos por demás amplios y, solícito, Alberto Kohan lo guió por el laberinto estatal. Colocó la piedra fundamental de un hotel, intercedió para que su ex - asesor González Fraga se hiciera lugar en la conducción del Banco Central y volvió a París, a regentear la lujosa peletería de su esposa o dedicarse a otros negocios de índole desconocida. El BCCI, banco de su propiedad, estaba siendo investigado en Estados Unidos y Gran Bretaña por lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Su sucursal en Miami fue posteriormente cerrada por orden de la Reserva Federal.
Los seguidores del coronel Mohamed Ali Seineldín se atrincheraron en el edificio Libertador al sentirse traicionados por un presidente de la Nación que, como candidato, los había alentado, protegido y usado. Pero los generales habían entendido los tiempos que se avecinaban y reprimieron apresuradamente a los fundamentalistas con gran despliegue de blindados y amplia cobertura periodística, en vivo y en directo.
Al advertir la derrota, el coronel de familia drusa, jefe de comandos en Malvinas y organizador de "Los Machos del Monte", tropa de elite del panameño Noriega, colocó una Browning 9 mm sobre su sien derecha pero desistió al advertir que nadie impediría que el gesto se consumara.
También había arribado a Buenos Aires el presidente Bush, en medio de la crisis militar.
—¿Dónde aterrizamos hoy?— acaso pregunta George mientras reprime un bostezo.
—En Buenos Aires— responderá presuroso el Secretario para Asuntos Latinoamericanos.
—¡Ah, Buenos Aires, bossa nova, Ipanema, saudade...!
—¡No, no, señor Presidente! ¡Menem, tango, Borges, misil Cóndor, gauchos, bifes de chorizo...!

Bush, con Schlesinger, Casey, Colby, Eagleton y el almirante Turner, había sido uno de los parteros de la edad de oro de la CIA, entre el 60 y el 75, cuando los milicias invisibles de los Estados Unidos peleaban en todo el mundo: contra Castro, el Ejército Soviético, Lumumba, los tupamaros; contra el Che, contra Mattei, Tirofijo y probablemente también contra el mismo Kennedy. Para Graham Greene, ellos sostenían una guerra legal en Vietnam, otra extraoficial en Camboya y una secreta en Laos. Pero en el período 1989-1990 la CIA estaba reformulando sus objetivos enemigos porque —¡quién lo hubiera profetizado!—la KGB, su archirival, había derribado, ella misma, a la nomenklatura que reinaba despóticamente en la URSS con el argumento de defender el comunismo. Desaparecida la lucha ideológica, la ecuación de la defensa de Occidente pasaba a ser económica.
Bush trata al complacido riojano con esa cortesía exagerada que no esconde cierto paternalismo de wasp educado en Yale para dirigir el mundo desde las alturas del imperio. Menem, a su vez, parece totalmente seducido, tanto como lo está de las luces de Buenos Aires.
Florecen las primeras denuncias contra Manzano: embarcado en un yate de lujo, trata de elucidar su complicada vida sentimental, cambia su imagen, se cuida en las comidas, hace ejercicios, reemplaza su discurso renovador por uno mas acorde con los nuevos tiempos.
El menemismo -si esto significa algo mas que un método de acumular poder— es imparable.

El grupo de colaboradores del Presidente no exhibía demasiados antecedentes en el peronismo, o ninguno, pero eso, lejos de constituir un obstáculo, se convertirá en la mejor recomendación. El hermano Eduardo había sido funcionario de un gobierno militar. Erman González era mas un ex-contador de las curtiembres Yoma que un piadoso militante democristiano expulsado de su partido por defender tesis ultraliberales. Alberto Kohan había participado en un minúsculo partido vecinal en Córdoba, era socio de Omar Fassi Lavalle en unas minas riojanas y ya pintaba como empresario tesonero. Claudia Bello, coqueta, provenía de la jotapé y el radicalismo. Los Alsogaray, de una fe inquebrantable en los gobiernos militares, los inviernos económicos, los bonos 9 de Julio y el anti-peronismo. Eduardo Bauzá, de la dirección de una fábrica de fideos en Mendoza y el esoterismo. Los abogados Alberto Dromi y Rodolfo Barra habían hecho fortuna litigando contra el Estado. Algunas figuras de origen árabe, como Jorge Asís o Julio Mahárbiz, forman parte de lo que algunos periodistas agudos bautizaron como "la mini-carpa". A las tertulias de Olivos concurren personajes como Sofovich o el Soldado Chamamé, que se trenzan —con empresarios, diplomáticos, aventureros e ídolos deportivos— en interminables partidas de truco, rodeados de pizza con champan, cacatúas, petisos de polo, incontables palos de golf, guanacos y algunas chicas alegres. La fiesta durará una década.
El nuevo elenco decidió impulsar a cualquier costo la reforma del Estado (un Estado que, para ser precisos, había llegado con el radicalismo al límite de su inoperancia) y privatizar las empresas públicas, fueran deficitarias o no.
Cuando Rodolfo Terragno era Ministro de Obras Públicas de la administración radical, había intentado vender el 39% de Aerolíneas Argentinas a un consorcio liderado por Swissair. En Europa. la mayor parte de las líneas de bandera eran de propiedad estatal. Estaban bien administradas, daban ganancias y eran confiables. El joven jefe de la bancada justicialista en la Cámara de Diputados y todavía promesa renovadora, puso el grito en el cielo:
¡Vamos a hacer valer el artículo cuarenta, carajo, caiga quien caiga...!— refiriéndose al de la derogada constitución del 49, que impedía la enajenación de los bienes estatales. Los políticos peronistas criticaban duramente por izquierda y se preparaban para actuar por derecha.
En 1990, el decreto-marco redactado por Roberto Dromi y Rodolfo Barra autoriza a vender el ochenta y cinco por ciento de Aerolíneas.
Per sáltum mediante, su adjudicación fue escandalosa.
Dos aparatos Boeing 707 fueron tasados en un dólar con cincuenta cada uno, aunque su valor de mercado superaba los dos millones. Se regalaron las rutas. La empresa fue entregada sin su pasivo, del que se hizo cargo el Estado.
Entre quienes discuten los términos de la privatización se encuentra un escribano que despliega buenos contactos en el gobierno norteamericano, Wenceslao Bunge, representante de la fábrica de aviones Douglas. Años mas tarde se estrenará como vocero de Alfredo Yabrán, hasta el momento un desconocido empresario cuya familia es originaria de la aldea de Yabrud, en Siria. Yabrud aportará mas apellidos notables a la historia reciente de los argentinos.
La moda dominante es hacer creer a la gente que, capitalizando la deuda o canjeándola por las empresas públicas deficitarias, el país accederá rápidamente a una suerte de paraíso que, traducido en las palabras del propio presidente, es el ansiado Primer Mundo. Ya se sabe que sucedió después.
Los argentinos estábamos dominados por cuestiones como la hiperinflación, el aumento de las tarifas (apurado antes que se entregaran los servicios a sus nuevos dueños), las tasas de interés, los ahorros que se esfumaban.
Entonces se produjo la primera de las muertes dudosas relacionadas con el poder político. Presentaba todas las formalidades de un suicidio.

1. El menemismo y la cría del Proceso

En diciembre de 1990 fue hallado el cadáver del brigadier (RE) Rodolfo Orlando Etchegoyen en una oficina de Arroyo al 800, a pocos metros de la embajada de Israel, en el barrio de Retiro. La policía y la justicia nunca determinaron con certeza si se suicidó o fue asesinado.
Unos meses antes, Etchegoyen había renunciado a dirigir la Administración Nacional de Aduanas luego de que el entonces Secretario de Finanzas Públicas, doctor Raúl Cuello, cuestionara duramente su gestión.
Hay fuertes indicios de que, poco antes de su muerte, el militar quería efectuar denuncias a la prensa que involucrarían a políticos, funcionarios, camaradas de arma o empresarios relacionados con el poder.
Tales revelaciones pudieron estar vinculadas con una compleja trama de intereses en la que se mezclaba el contrabando de armas, el tráfico de drogas y el lavado de narcodólares en gran escala.
No pudo ser.

PRIMERA ENTREGA EN FORMATO DE FOLLETÍN. 
EL ORIGINAL, UNA INVESTIGACIÓN QUE NO MERECERÁ EL "REINA DE ASTURIAS".  ©1999, Jorge L. Devincenzi. Hecho el depósito que marca la ley. 
DATOS IMPRESCINDIBLES: 
66.000 PALABRAS,
412.000 CARACTERES,
VICIOS SINTÁCTICOS A REPETICIÓN.

Cualquier crimen es un error.
CHESTER HIMES, "Un ciego con una pistola"

—Ned, la primera cosa es si se trata de un suicidio o un asesinato.
NORMAN MAILER, “El Fantasma de Harlot”

El exceso no puede existir sin necesidad.
GUILLERMO DE OCCAM



La calle Arroyo

“Crónica” del jueves 13 de diciembre de 1990, 6ª edición: "SE SUICIDÓ BRIGADIER ECHEGOYEN, EX TITULAR DE LA ADUANA. Se pegó un tiro en la cabeza: investigación por corrupción sería motivo de su decisión".
El cuerpo da la espalda a una ventana cerrada y se apoya en los brazos de un sillón de cuero oscuro. Esta sentado frente a un angosto escritorio de cedro cubierto con una vítrea, como si en la hipotética escena de una reunión él fuera el anfitrión.
Los brazos descansan, si es posible que descansen dos brazos tan muertos como el resto del muerto que ahora vemos, levemente encogidos. La cabeza, apenas inclinada hacia la izquierda, está apoyada contra el respaldo.
Suspendido desde el guardamonte, el pulgar de la mano derecha ha impedido la caída de un cromado Smith & Wesson treinta y ocho special de doble acción, un arma tan mortífera como eficaz, apoyada sobre el plexo solar y que cuelga con el caño apuntado en ángulo hacia el techo de yeso.
Hay sangre sobre el impecable traje gris oscuro, de finas rayas rojas, elegido para el casamiento de su hijo mayor y de ningún modo para este acontecimiento final. También la hay en la salpicada camisa azul, sobre la alfombra y el sillón y otro poco se ha escurrido desde la boca, oído derecho, nariz y desde el cuero cabelludo. En la cabeza se abre un pavoroso orificio estrellado.
El disparo sobre el paladar, de abajo hacia arriba, ha impedido cualquier movimiento ulterior en un cuerpo sentado, pero una zona contusa en el nacimiento de la nariz y los labios tumefactos indican lo contrario, o, lo que es peor, señalarían que sufrió un golpe capaz de paralizar cualquier resistencia.
Hay dos sillas muy juntas frente al escritorio, sillas que el ahora difunto viera vacías u ocupadas quizás como última imagen en este mundo.
Hacia la derecha del escritorio, un libro de Miguel Ángel Iribarne: “El rescate de la república”. Y lo que parece haber sido el último acto en esta vida, una nota curiosa, acusadora, deliberadamente oscura.
Dos pares de ojos, desorbitados, se han encontrado con este cuadro inesperado en una oficina de la calle Arroyo 845 entre Esmeralda y Suipacha, antes de las seis de la mañana del 13 de diciembre de 1990, tras una búsqueda que había comenzado en la medianoche del día anterior. En rigor, ya hay testigos y policías algo perturbados por lo que están viendo, que husmean con aires de sabuesos y cuchichean frente al cadáver.
Afuera, en el silencio de la madrugada, unas luces rojas parpadeantes trazan sobre los edificios su señal distintiva. Parece el cuadro adecuado para una muerte voluntaria.

Continuará.